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Nunca, ni como persona ni como periodista, he sentido la necesidad de defender a la mujer como al ser débil que nos presentan incluso sus “ ... protectores”, esos seres superiores que tienen la patente de dar carnés de género e igualdad: al contrario, mi educación, mis convicciones y mis experiencias me han hecho convivir con la mujer en un mismo plano, sin rastro de testosterona que me diera un plus por el hecho de ser varón. Lo siento, pero nací en un mundo de iguales, aunque obviamente los problemas y los borregos no faltan en una sociedad que ha hecho de las tragedias un circo.
Y en mitad de la tormenta de unos y de otros, llega de nuevo Vox para azuzar la polémica de género que hoy en España, y no digamos en el tercer mundo que es Castilla y León, es lo que más necesitamos. Nada de sanidad, educación e infraestructuras: lo importante ahora son las ayudas a la mujer, si son razonables o son simple discriminación positiva.
Y estos debates cansan, y mucho. Siempre lo mismo y para nada, para abrir el fuego cruzado entre unos y otros, para poner en un brete al PP, y para demostrar que a los de Abascal les falta aún mucho recorrido para gobernar. Vox ha aprendido de la izquierda algo tan populista como los brindis al sol.
Me encantaría ser mujer en estos tiempos solo para decir que me dejen en paz, que ya está bien de feministas con corbata y sin sujetador. Qué hartura, todo el santo día diciéndome lo que debo de hacer, pensar, vestir, votar; cómo debo actuar y qué tengo que reclamar a quienes me anulan como mujer, como mamá, como trabajadora. Qué hartura, sentirme un ser inferior a base de recordármelo todo el santo día: ¡mujer, eres inferior, levántate! Es un lavado de cerebro sin más función que mantener abierta la guerra de los sexos, el ruido que anula a la reflexión.
Y no voy a entrar en el tema de las ayudas, en su supresión, que puedo estar incluso de acuerdo, pues tenemos una sociedad excesivamente dependiente de “papá Estado”, pero este es otro debate que no debe reducirse a la mujer. Utilizar a las mujeres como artillería del populismo político más abyecto no es más que la incapacidad del sistema para reconocer sus virtudes y las conquistas alcanzadas. Y una de esas conquistas, que data del último tramo del siglo pasado, fue precisamente la liberación de la mujer... que ha dado paso hoy a otra tutelada. Una mujer-objeto para mercachifles del ruido. Dejadnos en paz, tíos.
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