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EL miedo pandémico, a pesar de la llamada a la tranquilidad de nuestra Ana Fernández-Sesma, viróloga, redujo considerablemente la asistencia a la misa ... del Gallo en la Catedral Vieja, espacio pétreo y espiritual que toma de noche una dimensión especial, al igual que su silencio. Fue, seguramente, la última misa del Gallo en Salamanca de Carlos López como obispo salmantino, que deja tras de sí algunos sobresaltos de salud importantes, Covid, incluido. En pocos días le llega el relevo desde Plasencia. Volvió a recordar este año la condición de refugiados de Jesús y sus padres, y pensé que igual el nuevo Jesús podría nacer en cualquier campo de refugiados de los que salpican el mundo moderno o en un bosque de la tensa frontera polaca. Cantó el coro Francisco de Salinas y después de la comunión interpretó “Acción de Gracias” Ángel Rufino de Haro, “Mariquelo”, con su gaita y tamboril, enfundado en capa bejarana y gesto rocoso, frente al icónico órgano de Salinas. Interpretación sentida, profunda, solemne, dominando el viento y el tiempo, que fue apagándose poco a poco hasta fundirse con ese silencio catedralicio que tanto sobrecoge. La pandemia suspendió hace tiempo la costumbre de besar al Niño tras la misa, igual que los tiempos modernos terminaron con la de la hoguera purificadora, las pastoradas o la bendición del pan. Lo mismo necesita algún ajuste, que ya será asunto del nuevo obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo, José Luis Retana, que tomará posesión poco después de Reyes, para vivir en la carretera, como cantaba Miguel Ríos, cuyo legendario concierto en la Plaza Mayor cumplirá en 2022 cuarenta años, y “El Mesón” de Gonzalo Sendín, 75. Rufino estaba con su esposa, María Boufard, extraordinaria cocinera, y algunos amigos.

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