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Más que a una Conferencia de Presidentes/as, para “avanzar en la cogobernaza” -deseo elogiable de Mañueco-, la de ayer, con ausencias, rebeldías... recordó otras “ ... Cumbres borrascosas”. Para empezar, adiós baño de multitudes. Sánchez carece de vergüenza torera. Debió hacer el paseíllo, los trescientos metros que separan nuestra ágora del convento de la Orden de Predicadores. Él no pertenece a la OP, aunque predica supuestos logros. Eso sí, al resguardo del burladero monclovita, para evitar periodistas incómodos, gentuza de la derecha, y ciudadanos cabreados. Hizo el paseíllo bajo palio, ante sus ministros entonando el ritorna vincitore de Europa, cuando dijo traer tantos dineros. También para asediar ridículamente a Biden. Pero trescientos metros con tenderos que increpan, restauradores que aplauden a Ayuso, parados, jóvenes sin futuro, quienes acaban de pagar la luz... quita, quita, en coche al convento, que hay mucho fascista. Cual Nerón tras incendiar Roma, Sánchez no entiende que el populacho sea tan ingrato con sus sacrificios. Advirtió a Bolaños, ¡de plazas y calles, ni me hables!; al coche blindado contra proyectiles y zascandiles. Y cada presidente/a, cinco minutos para mendigar, ¡y a callar! Como Quevedo a Felipe IV, así “mal oiréis, Señor, lamentos y queja/ de las dos Castilla, la Nueva y la Vieja”.

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