Secciones
Destacamos
El pánico se dejó sentir desde el mismo momento en que nos percatamos de la subida de los precios de la luz y de los ... combustibles, y se ha visto incrementado al tener noticia de que algunos países europeos están dispuestos a ensayar la supervivencia invernal como si de repente la máquina del tiempo nos hubiera trasladado a los periodos pretéritos de una Humanidad revestida de pieles y alimentada con carne cruda, esa que ahora está tan mal vista, tanto cruda como cocinada.
Cocinados fueron los debates de la Cumbre del Clima en Glasgow. Nos dicen los entendidos que la temperatura del planeta ha subido más de un grado desde la máquina de vapor, invento, por cierto, que se sitúa precisamente en Glasgow. Esta urbe ostenta el honroso título de Ciudad Verde Global, acaso para redimir un pasado industrial que va mucho más allá de los vapores que exhalan las destilerías de whisky (bebida que pronto solo van a poder degustar los chinos y pocos ricos más, dispuestos a arramblar con toda la producción de exquisiteces espirituosas embotelladas). Para que la temperatura del planeta no suba más de lo esperado, afirman los reunidos en Escocia, hay que someterse a una disciplina global que no todos los países están dispuestos a asumir. Al menos, a corto plazo.
La realidad es que Europa está haciendo el canelo, porque con unas emisiones comparativamente reducidas de CO2 paga la factura de lo que contaminan otras naciones. Entre China, India, Rusia, Indonesia y Estados Unidos contaminan más de lo que lo hace el resto del mundo en su conjunto. Y, digan en Glasgow lo que digan, antes estarían dispuestos a falsificar sus propias estadísticas que a reducir el ritmo de crecimiento hasta el año 2030, con o sin Agenda.
En España deberíamos estar tranquilos con las subidas de la energía, porque, por una vez, se ha materializado lo que anhelábamos los progres de antaño: no a las nucleares, de acuerdo: es mejor comprar a los franceses, que tienen centrales nucleares por un tubo; no a las térmicas, de acuerdo: lo más adecuado es demolerlas; no al carbón, de acuerdo: es preferible acabar con las cuencas mineras y comprar el carbón a Polonia o a Ucrania; y dentro de poco, no a la ganadería, que ventosea mucho, aunque a la hora de matar –sacrificar, decimos con benevolente eufemismo— los miles de cerdos haya que recurrir al dióxido de carbono para atontarlos previamente. Con Glasgow o sin Glasgow, no sé de qué nos quejamos.
Esperemos que las voladuras de las chimeneas de las centrales térmicas, espectáculo tan vistoso, no sea oscura metáfora de tiempos pasados, sino luminosa premonición de un futuro limpio, ecológico, sostenible, florido, feliz, alegre y bla, bla, bla. A Biden lo pillaron traspuesto y dormitando en uno de los discursos. ¿Será profética su indolente actitud?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Román Álvarez. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.