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Ustedes, queridos lectores, como yo mismo, estarán hartos de una palabra muy de moda: sostenibilidad. Es sostenible el yogur, las patatas fritas y ... hasta el aire que respiramos. Por no hablar de las energías sostenibles, o de los ayuntamientos, que se declararon, ellos también, sostenibles. En fin, que esta palabra, de tanto abusar de ella, se hecho detestable, además de mentirosa. Que algo no contamine no tiene por qué calificarse de sostenible. Pues prepárense porque vienen peores tiempos; la nueva palabra que va estar de moda es cancelación. Vamos, que te cancelan en cuanto te descuides.
La cosa consiste en que un personaje público dice algo inconveniente u ofensivo e inmediatamente se desencadena una reacción que busca la cancelación de su persona, esto es una serie de boicots a su labor profesional, o a la plataforma que le sirve de altavoz. En definitiva, supone el fin de su reputación.
Lo dice Dictionary:
“La cultura de la cancelación se refiere a la práctica popular de retirar el apoyo (“cancelar”) a figuras públicas o empresas después de que hayan hecho o dicho algo considerado desagradable u ofensivo”. La cultura de cancelación generalmente es realizada en las redes sociales en forma de vergüenza grupal.
Ante este ataque frontal contra la libertad de expresión proveniente del “progresismo”, algunos intelectuales como Margaret Atwood, Noam Chomsky, Salman Rhusdie o J. K. Rowling han reaccionado –menos mal- escribiendo que “el libre intercambio de información e ideas se está volviendo cada vez más restringido y la censura se está extendiendo más ampliamente» con intolerancia de puntos de vista opuestos, una moda para la vergüenza pública y el ostracismo, y la tendencia a disolver cuestiones políticas complejas en una ceguera moral cegadora”.
Pero algunos destacados miembros de la izquierda, como el ensayista Owen Jones, negaron la mayor, asegurando que, en realidad, pocos personajes ‘señalados’ realmente han sido cancelados.
Estamos, en fin, ante una nueva izquierda (que, en mi opinión, de izquierda tiene poco) con vocación censora y que está dispuesta a callar la boca a cualquiera menos a Maduro, al régimen de Cuba o a la pareja que se ha hecho con los mandos en Nicaragua, ese par de dictadores (Ortega y Murillo) que no deja vivir en paz a nadie en ese país. Y lo peor de todo es que esta marea censora, que tiene su origen en las universidades norteamericanas, está acabando con la libertad de cátedra.
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