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Es lo que hay desde hace ocho siglos. Por un lado, está esa ciudad que es la “madre de las ciencias, archivo de las habilidades ... y tesorera de los ingenios”, y por otro una parte de sus habitantes, “gente moza, antojadiza, arrojada, libre, aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de humor”. Son palabras de la Tía Fingida, o sea, de Miguel de Cervantes, que doy por seguro que anduvo por estas calles y por eso decía lo que decía. Y si no, estuvo bien asesorado, como le pasó a Galdós con Ventura Ruíz Aguilera, que le detalló la Salamanca de la Batalla de los Arapiles. Bien, a lo que vamos. Mientras la madre de las ciencias intenta sacarnos del coronavirus, la gente moza va a su aire desoyendo a la ciencia, poniéndose en riesgo y poniéndonos a todos. De noche y de día. Un paseo por el Campus horroriza tanto como un vistazo a las redes sociales en las que los estudiantes publicitan su vida. De verdad se lo digo: estamos vivos de milagro. Aquí también podríamos decir algo de los locales de ocio nocturno. No sé si doblegaremos o no a la curva, pero sí que nos va a costar mucho esfuerzo y seguramente varias vidas. Es lo que hay. La Selectividad ni certifica ni garantiza madurez para entrar en la Universidad, y cursar en ella tampoco da sensatez, como se ve a diario. Serán las hormonas. La tontería de la edad o yo qué sé.

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