Cosecha de posguerra
Sábado, 4 de diciembre 2021, 04:00
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LA Constitución cumple 43 años, Serrat ha fijado su fecha de despedida, y me llega un guasap sin autor, muy interesante, que nos recuerda a ... los mayorcitos salmantinos muchos lugares, comercios y bebercios, cines y costumbres, de épocas pretéritas. Al final te dice que, si estás entre aquellos que la conocieron, “no eres mayor, eres vintage”. Entre estas tres cosas hay evidentes confluencias y se me ha revuelto la madre.
A veces pienso que soy de la época en que Monsagro tenía mar, o acaso un año menos que las orillas del Tormes. Pertenezco a la cosecha del 40 – el año del hambre -, y por tanto soy vintage, que significa buena vendimia. Lo cierto es que toda mi vida ha transcurrido escuchando creaciones del muchacho del Poble Sec, que empezó cantando en catalán las paraulas de amor, o el drapaire, en el grupo de la nova cançó, con Raimon, Pi de la Serra, Luis Llach...
Uno tenía entonces novia catalana, que le traducía las letras de Juan Manuel, y supo que rondaba aquel grupo catalán un salmantino de mi quinta, Nino Sánchez, que jugaba bien al fútbol y que se hizo popular con aquello de “yo nací con la posguerra, a la luz de un viejo sol, en un barrio salmantino, de pizarras y latón”. Es decir, en los Pizarrales, cuando todavía no había llegado a dignificarlos el cura Jesús. La última vez que le vi, ya con las venas abiertas, le contraté un concierto en la Plaza Mayor, para “Salamanca 2005, Plaza Mayor de Europa”.
Uno también tuvo veinte años, también le hervía la sangre, por lo que le entusiasmó “Ara que tinc vint anys”, cuando - en castellano -, tenía fuerza, y no estaba el ánima muerta. Serrat quería cantar a los hombres que han nacido de pie, que viven de pie, y que de pie mueren, entre los que uno se cuenta, habiendo sorteado varias muertes. Pero cuando JM rompió definitivamente, y se consagró para la historia, fue en 1971, que nos regaló “Mediterráneo”. Lo escuché por vez primera en el Campo de Tiro y Deportes, unas Ferias de Salamanca, siendo presidente Alfredo Martín Cubas. Nos dejó fascinados. Ojalá se retrase su deseo de ser enterrado sin duelo, “en la ladera de un monte, más alto que el horizonte, quiero tener buena vista. Mi cuerpo será camino, le daré verde a los pinos y amarillo a la genista”, nuestra florida retama.
¿Y cómo no voy a recordar los sitios, las personas, que el melancólico guasap rememora? Evoco otros ¡incluso anteriores!, cuando por la Plaza Mayor íbamos en distinta dirección los chicos de las chicas, como dejó escrito para la historia Carmiña Martin Gaite; en cada una de las columnas de los portalillos de San Antonio se apostaba un limpiabotas, y en setiembre acampaban los segadores gallegos, mientras Rosalía de Castro suplicaba “¡Castellanos de Castilla!, tratade ben ós gallegos; cando van, van como rosas; cando ven, ven como negros”; las ruedas de los carros de la verdura, pasaban ruidosamente sobre los adoquines de la Plaza del mercado, y los panaderos hacían su reparto a caballo; debuté como Martini-adicto en el legendario Florida; he tomado cañas en el “más allá”, y degustado sus pimientos más de sesenta años; bailé en el Daniels; comí en La Bomba y en Chez Víctor; acudí al fútbol en El Calvario; subí muchas veces la cuesta de Moneo par ir a visitar a mi abuela; frecuenté las librerías Cervantes y de Aniceto y María. Algún amigo me incita a escribir algo parecido a unas memorias. Tranquilos, me da una inmensa pereza, y algo más.
Si seré vintage que en 1978 era ya un joven letrado de provincias metido a diputado constituyente, que hoy se entristece contemplando los durísimos ataques –ay, desde el propio gobierno-, a la esforzada transición y a nuestra Carta Magna.
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