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ESTA semana me han comentado que nunca se había hablado en los medios tanto de Castilla y León como ahora. No estamos de moda, pero ... sí de actualidad. Desde la convocatoria electoral por Alfonso Fernández Mañueco estamos en boca de todos los medios y todos los líderes políticos quieren pasar por aquí. En las últimas horas Nadia Calviño, Ana Pastor o Rodríguez Zapatero, y mañana Francisco Igea. Esta semana, por si no se ha enterado, reapareció Verónica Casado, nuestra “Vero”, la gran visionaria de las listas de espera sanitaria, afirmando que como ella nadie. Calviño vino, sobre todo, a levantar la moral de la tropa y anunciar el impulso a la industria del español en una jornada sobre industria. Lo relevante de la ministra de Economía ha sido la broca a la Banca por no ocuparse de nuestros mayores, que también votan. En Twitter se contaba que Calviño hizo noche en Salamanca, ella misma colgó una foto, porque en tren no hubiese llegado ni al concierto de Andrés Suárez. Ana Pastor, alumna distinguida de Salamanca, también dijo que lo del tren con Madrid es una vergüenza, más de un siglo después de que doña Emilia Pardo Bazán lo dijese aquí mismo. Lo recordó la profesora Julia Corral Achúcarro en la presentación de su libro sobre los días que la escritora pasó en Salamanca en marzo de 1905. La presentación parecía un claustro del Instituto Venancio Blanco en el que estuvieron también algunos antiguos alumnos. Fue un acto entretenidísimo con un sinfín de episodios de la Pardo y el momento tenso del relato de cómo se localizó la firma de la escritora en los libros de la Universidad gracias al empeño, entre otros, de la autora y la catedrática de Instituto Begoña Alonso Monedero, presente en el acto; no así María Victoria Bermejo, concejala y clave en la publicación de la obra, a la que los efectos secundarios de la vacuna dejaron en casa esa tarde tirada en el sofá. Como a Javier Iglesias en su cita judicial. Uno, sin embargo, ni se enteró. Al frente del claustro que asistió a la presentación estuvo su director, Antón Seoane Pardo, que unas horas antes celebró su santo y podría presumir de cierto parentesco con la escritora por el apellido materno. Arroparon a Julita sus hermanos, Daniel, María del Mar y Noemí Corral Achúcarro, y se dejó caer que algo tiene que hacer esta ciudad con Luis González de la Huebra en el año de su centenario, lo cual parece una propuesta interesante tratándose de una de las figuras del modernismo salmantino y clave para entender la cultura local de finales del XIX y principios del XX. Parece mentira, pero no hay testimonio gráfico conocido de aquella visita a diferencia del embrollo bien documentado de Urdangarin y su amiga –su “son cosas que pasan” queda para la historia—que han protagonizado la semana. En fin, el libro, por cierto, una joya.

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