Cornetas y tambores

El otro día, en la presentación de la revista Christus me confesó José Adrián Cornejo su estado de relax tras dejar el puesto de presidente de la Semana Santa y pensé, inmediatamente, en la responsabilidad de buscar pregonero para tan señalada ocasión. Alcántara también tenía sus dificultades en su presidencia de la Pasión salmantina.

Escribí de él en varias ocasiones, pero recuerdo una porque me llevó a los sótanos de la Catedral Nueva para revelarme el gran secreto de su cofradía: el despliegue de torrijas para celebrar la Pasión. Supongo que el ambiente de la cripta daba a aquellas torrijas ese sabor especial a gloria bendita. Me gusta mucho citar por estas fechas al escritor vinculado a Salamanca Antonio Civantos, que en su libro “La cocina sentimental”, aseguró que los Jueves Santos se inventaron para comer torrijas. Podría haberlo citado ayer en la conferencia sobre la gastronomía salmantina en la Literatura, que impartí en el Colegio de Médicos.

También podría haber citado lo escrito por Antonio Díaz Cañabate en “Historia de una Taberna” e incluso lo asegurado por la colega Ana Vegas Biscayenne sobre que Juan del Encina fue el primero que usó la palabra torrijas (torrejas) para este dulce reconstituyente de recién paridas, incluso aparece en un villancico “en cantares nuevos, gocen sus orejas, miel y muchos huevos, para hacer torrejas, aunque sin dolor, parió al redentor”.

Aquellas torrijas de Alcántara estaban listas para que sus hermanos se repusieran tras el esfuerzo de la procesión. Torrijas de leche o de vino. Como no podía ser de otra manera arranqué la cita hablando de Celestina cuyo elogio del vino nadie ha superado, y de Lázaro, a quien una jarra de vino le quebró varios piños, pero también le sanó la herida. Ay, el vino. Cuánto bien hizo por el vino en el Estudio el rey Juan I, que tiene medallón en la Plaza Mayor.

Otro día lo cuento, pero sólo permitió que entrara en Salamanca el vino justo para la manutención. Y bajo juramento. Días atrás se ha sabido que la Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca ya posee una edición antigua de “La Celestina” recién adquirida, por lo que dobla su valor, y tengo ganas de ver qué decían los clérigos catedralicios en el siglo XIII, recogido en las actas capitulares ahora publicadas.

El vínculo del clero con el vino, ay. Ayer, Juan del Encina fue noticia por el premio “Villar y Macías” del Centro de Estudios Salmantinos a una obra sobre la teatralidad de las piezas dramáticas de su “Cancionero”, que se entregó a Sara Sánchez Hernández, filóloga salmantina, premio extraordinario de Máster y Doctorado, doctora por Salamanca y profesora en la Universidad de Burgos. Una sabia cotizadísima en los congresos y libros de investigación. Bien. Me pregunto qué podrá aportar a la torrija de Encina, Civantos o Cañabate la Inteligencia Artificial, que acaba de estrenar casa en Salamanca, en la calle Santiago Madrigal, para colocar a Puente Ladrillo en el mapa digital español con la bendición de nuestro digital Juanma Corchado, que en esto camina varias décadas por delante de uno.

En fin, hablaba del pórtico de la Semana Santa, que ayer cerró el alcalde en el Liceo, al que no pude escuchar porque a la misma hora oficiaba mi misa y aún más, en el Casino tenía lugar el pregón de la Semana Santa de Zamora en Salamanca, y encima había fútbol. Ayer conseguir audiencia cotizaba al alza como el IPC. Ahora no queda sino llevar la túnica al tinte y renovar el cirio, que ya suenan los tambores y cornetas que acompañan a los pasos.