Contumaces y reincidentes
Sábado, 29 de mayo 2021, 05:00
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Como no quiero venganza y deseo concordia, voy a pedir el indulto para los yihadistas que atentaron el 2017 en las Ramblas, que acaban de ... ser condenados. ¿Por qué no? Cometieron su delito en Barcelona -como los del procés-; no arrollaron a nadie -los conductores fueron abatidos-; y la medida de gracia demostraría que no somos vengativos. Valdría, además, para olvidar las discordias con el mundo árabe, que falta hace a ceutíes, melillenses y canarios.
La grosera propuesta anterior solo pretende desvelar los pedestres sofismas y desnudar las falsas argumentaciones que escuchamos estos días de pre-indulto, de labios del doctor Sanchinflas (con perdón del gran Mario Moreno). También de sus esbirros y apesebrados, que contraponen el virginal espíritu de convivencia al que dice aspirar el presidente, con la revancha que anima a todos los que nos oponemos a la aplicación de una Ley que en sus 150 años de vigencia no se ha visto en otra. O sea, que para el sanchismo, la aplicación del Código Penal constituye una vendetta. Consecuentemente, los magistrados del Supremo son unos rencorosos, y quienes nos escandalizamos, lo de siempre, unos fachas. Zapatero se ha adornado: los hombres de bien quieren la medida de gracia, ergo los contrarios somos hombres de mal. Iván Redondo, el desvergonzado consejero mayor de Moncloa, ha dicho que es para “arreglar” una situación, y me pregunto si es un arreglo de cuentas, o si se trata de una indeseable componenda de otro de sus maquiavélicos apaños. Como diría Magín Carretero, en el lenguaje de la selva ¡eu lula!, y en el popular, ¡qué jodíos!
¿Podrán inyectar sentido común al sanchismo las declaraciones de Felipe González a Pablo Motos en El hormiguero? No puedo mejorar a Ignacio Camacho en ABC: “En pocas frases desnudó los errores del Gobierno sin despeinarse, con toques de resabio zorruno”. Si Felipe se siente “huérfano de representación”, porque ni se ve representado por Sánchez, ni Sánchez piensa escucharle, me pregunto cómo se sentirán viejos amigos socialistas como los Melero, Málaga, Ciriaco y tantos otros.
Solo un ejemplo de apesebrado justificador de los indultos, que la Sala competente del Tribunal Supremo descarta por unanimidad: Javier Aroca, progre de caviar, colaborador (diariamente, en horas de máxima audiencia en la primera cadena), de otro que tal baila, Jesús Cintora, que dirige el programa “Las cosas claras”... ma non troppo. Con su habitual mala leche y cara de malhuele, le oí decir ayer que para ser indultado no hace falta propósito de la enmienda, que buscáramos en la Ley la palabra arrepentimiento, ¡que no aparecía! Para los que sabemos leer, artículo 25 de la Ley de 1870: “El Tribunal sentenciador hará constar en su informe... su conducta (del recluso) posterior a la ejecutoria y ESPECIALMENTE las pruebas o indicios de su arrepentimiento que se hubiesen observado...”. ¿Están los condenados contritos, afligidos? ¡Quiá! Pregonan que volverán a hacerlo; y que el Gobierno se meta el indulto por donde le quepa. Qué jodíos.
El paso por la cárcel de Junqueras y compañía no ha servido para nada. Nuestra Constitución dispone (ingenuamente) que “las penas privativas de libertad... estarán orientadas a la reeducación y reinserción social” (25.2). Consecuente con ello, la Ley General Penitenciaria de 1979, dispone en su artº 1º que “las instituciones penitenciarias... tienen como fin principal la reeducación y la reinserción social”. Precisamente el que fuera subdelegado del Gobierno en Salamanca, hoy jurista en el centro penitenciario de Topas, Antonio Andrés, acaba de publicar un minucioso estudio con un título significativo: “Concordia en las Cortes y violencia en las cárceles. La transición penitenciaria española”, donde trata también la deseable reeducación. Sucede que los independentistas catalanes son contumaces, tercos, cérrimos. Parecen estar retratados en la Biblia, cuando Isaías habla de quienes tienen “la cerviz como un tendón de hierro”; o en los Salmos, “no seáis como el caballo o el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno”. Nos dan la brasa a los restantes españoles -las bestias, los vengativos-, y aburren con el coñazo de la inviable república catalana independiente. Si Sánchez no fuera Sanchinflas, los separatas sabrían que a un presidente no se le chantajea; que en una democracia, quien echa un pulso al Estado lo pierde; y que si el presidente de una autonomía repite que van a la independencia (de la patria que su propio vicepresidente llama “Españistán”), solo cabe coger la Constitución, abrirla por el artº 155 y considerar su posible aplicación a Cataluña. Sí, como suena. Uno estará como el abuelo Cebolleta, pero no ve otra salida constitucional.
Espero que ustedes indulten mis opiniones. Pero no me comprometo a rehabilitarme.
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