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Con pena y sin gloria

Miércoles, 23 de septiembre 2020, 05:00

Eso es, con pena y sin gloria. Pasó San Mateo con pena -¡vaya santo, Mateo Carreño!- y sin gloria, tampoco en el ruedo. El “ ... día sin mi coche”, ayer, en plena Semana de la Movilidad con el personal muy inmovilizado, ha pasado igualmente con mucha pena y nada de gloria; de hecho, los paisanos que se desplazaban gratis en el autobús cargaban desánimo en sus gestos. El propio otoño ha entrado despistado sin decidirse a ser final de verano o principios de invierno, así que aquí estoy deshojando la margarita del armario. Tampoco el aterrizaje de los universitarios da para cohetes sino para todo lo contrario, bengalas de alerta; imagino que siglos atrás los salmantinos vivían la llegada de los estudiantes con temor a robos, honras de hijas mancilladas de por vida, bromas pesadas... No me invento nada, viene en las crónicas. Hoy nos preguntamos qué no prepararán estos trastulos del Estudio que nos lleve al confinamiento pleno. El Fácyl, que, seguramente no se ha enterado, ya se está celebrando, este año no trae corbatas para colgar en las conchas ni llamativos maniquíes de reclamo. Fui al patio de La Salina a la exposición de Gonzalo Borondo y una luz inadecuada me impidió disfrutar de los hologramas y su juego de imágenes; eso sí, como me tomaron la temperatura (36,4ºC) y comprobé que olía perfectamente el hidrogel de las manos me vine arriba convencido de que no estaría en los datos de mediodía de la doctora Casado. Lo celebré en bares de alrededor. El caso es que el Fácyl ha comenzado, igualmente, con pena y sin gloria, o eso me parece. Está todo tan de esa manera que a un crío de cuatro años le preguntaron qué tal en el “cole” y respondió regular. Ya está dicho todo.

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