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CUESTA evitar la tentación de escribir del asunto Ayuso-Casado con Madrid, nido de espías, al fondo, pero hay que intentarlo. Al tiempo que ... el cocido madrileño daba el último hervor, en Salamanca la institución cultural “Alfonso X, el Sabio” tenía a la profesora e investigadora Ana Carabias en el Casino para desvelar sus últimos hallazgos sobre Beatriz Galindo, La Latina. Que los dioses bendigan a Ana García López, la presidenta de la Institución, por ello. La intervención de Carabias finalizó con una imagen de Esperanza Aguirre y su marido, Fernando Ramírez de Haro y Valdés, que resulta ser pariente lejano de doña Beatriz, nuestra “Latina”, a quien la reina casó con Francisco Ramírez de Madrid. Y la casó porque Beatriz y Fernando el Católico seguramente tuviesen un affaire. O sea, Isabel La Católica se la quitó de en medio. Sospecha —con mucho fundamento— Carabias que el primogénito de Beatriz y Francisco era hijo del rey católico, que le apadrinó. El niño, por cierto, se llamó Fernando. Blanco y en botella. Puede pensar que por las venas del marido de Esperanza Aguirre corre sangre real. Casó bien doña Beatriz porque pasó de ser criada de la reina —nunca profesora de latín— a viuda rica, riquísima, asquerosamente rica como las millonarias de las películas, que destinó el dinero de su marido a todo tipo de causas esquivando a sus hijos, que se veían desplumados, por lo que establecieron pleitos testamentarios con ella. Pleitos en los que doña Beatriz contó con un sospechoso apoyo real, del rey Fernando, claro. Porque a todo esto, aquel Fernando Ramírez de Madrid, artillero de profesión, fue recompensado por el rey con propiedades y cargos, así que doña Beatriz dio el pelotazo al casarse y, sobre todo, al enviudar tempranamente.

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