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Ayer domingo, cuando hube de escribir esta columna, el mundo rural estaba manifestándose en Madrid para gritar por su indefensión ante las Administraciones, por la ... persecución a la que viene siendo sometido y por las grandísimas dificultades que tiene para rentabilizar la tierra. Ya no es solo por las circunstancias climatológicas sobrevenidas; por la especulación o la falta de control de los precios en combustible, energía, piensos o fertilizantes; por las sombras de conexión digital; por la poca cobertura sanitaria de los pueblos..., sino por ese malaje con el que se ha dado en contar todo lo rural y sus formas de hacer empresa; criminalizando al sector de manera intencionada con discursos llenos de esnobismo verde que emponzoñan la realidad e insultan a sus gentes.
Podría pensarse que todo es resultado de gobernar a la tonta y a la loca, dando palos de ciego, irreflexivamente, pero no. La de Transición Ecológica (Teresa Ribera), el de Consumo (Alberto Garzón) y la de Derechos Sociales y Protección Animal (Ione Belarra) llegaron a sus Ministerios decididos a arrear estopa, meter miedo, soltar pulgas y no pasar inadvertidos. Ni siquiera tuvieron que garapiñar la voz y enharinarse la patita para que les abrieran la puerta. La ambición y la falta de ética de Pedro Sánchez les había dado luz verde para no tener que disfrazar sus perversas intenciones. Así que no tuvieron más que sentarse en sus poltronas y, como déspotas reyezuelos, comenzar deprisa a firmar disposiciones, decretos y disparates para hacer fosfatina al sector, antes que alguien pueda ponerle fin al cuento. ¡Ojalá! Aunque para cuando esto suceda, puede que sea ya un poco tarde.
El mundo rural viene siendo uno de los juguetes favoritos de los políticos en tiempos electorales. Esos tiempos de promesas en los que unos y otros dicen sentirse conmovidos por los estragos del lobo, la falta de lluvias y la despoblación. Esos en los que unos y otros acarician esponjosos corderitos ante la cámara y publican instagrams pastoriles en sus cuentas sociales. ¡Qué majas son las vacas! Les aseguro que si supieran lo que comentamos los del campo cuando vemos tales imágenes, enrojecerían de vergüenza. Señorías, no se esfuercen en sonreír ante nuestra ruina. Esfuércense, mejor, en comprender cuáles son las causas que nos asfixian y pongan medidas inmediatas en marcha, con la misma celeridad que se ha tenido para proteger el hambre sanguinaria de los lobos. Esfuércense, también, en no apriscar y dar pesebre a los ganapanes de ese comunismo animalista que merece ‘sacrificio político ya’. Por su bien y por el nuestro.
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