Computocracia
Jueves, 18 de junio 2020, 05:00
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Jueves, 18 de junio 2020, 05:00
Una cita atribuida a Churchill reza así; “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”. ... Viendo el panorama actual me cuesta coincidir con la afirmación del señor del puro. El sistema se demuestra ineficiente. Como especie tecnológica tendríamos que dar el paso a una forma de gobierno distinta.
Mediante el sufragio elegimos a aquellos representantes que queremos que gobiernen nuestro país. Pero, ¿y si nos gobernasen las máquinas? No me refiero a meter un terminator en la Moncloa, sino a algo más técnico.
Piensen en un gran ordenador; una máquina fantástica con una capacidad analítica y de cálculo ilimitada. Este artefacto compilaría las características biológicas y sociales de la población (edad, sexo, raza, estudios, enfermedades, costumbres...); poseería toda la información del territorio (clima, tipos de suelo, sismología...); tendría acceso a los datos económicos, de producción e índices bursátiles; su base de datos abarcaría toda la historia de la humanidad; tomaría en cuenta las decisiones adoptadas en otros territorios y dirimiría cómo estas pueden beneficiar o perjudicar al país.
Esta máquina, después de analizar esa ingente cantidad de información y cruzar todas las posibilidades, emitiría un dictamen sobre cuál sería la mejor decisión a tomar en cada momento.
Para que el artefacto no fuera susceptible de injerencias o manipulaciones que malograsen la óptima toma de decisiones —y al igual que hizo Asimov al formular las tres leyes de la robótica— su programación estaría libre de códigos ideológicos, dogmas o anhelos arbitrarios. Tomaría decisiones basadas sólo, y exclusivamente, en los datos probados.
¿Se imaginan un gobierno donde el presidente jamás enchufaría a amigos o familiares en puestos fabricados ex profeso? Sería un ente que no dilapidaría el dinero de los impuestos en legiones de escoltas, de aviones, de mariscadas o de viajes propagandísticos; un gobierno que no cometería fraude, cohecho ni prevaricación; que no claudicaría ante las presiones de terroristas o independentistas. De regalo podríamos fulminar autonomías, cabildos, concejalías, ayuntamientos y chiringuitos varios; cerraríamos todos esos institutos y comisiones del chollo que no estudian nada más que cómo colocar a los suyos; viviríamos más tranquilos sin tener que escuchar las barbaridades que salen por las bocas de nuestros políticos; tendríamos certidumbre y sabríamos que las decisiones tomadas serían el fruto cierto del estudio objetivo, no de caprichos volubles u oscuras necesidades.
Esto que planteo no es ciencia ficción. Desde hace cuarenta años Jim Simons, un matemático estadounidense, opera en bolsa con un ordenador que calcula miles de variables. Y no le va mal. Su fondo maneja activos por valor miles de millones de dólares y su método de trabajo es el padrenuestro de la banca de inversión. ¿Para qué queremos los macrodatos?
Probablemente, cuando el país funcionase a la perfección, saldría algún idiota diciendo que con Sánchez se vivía mejor.
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