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Se ha puesto el asunto tan irrespirable en nuestra política doméstica que tras el asalto al Capitolio, tan bochornoso y singular, inmediatamente los unos y ... los otros, se pusieron a buscar quienes son los más legítimos representantes en España de la turbamulta, que hostigada por Donald Trump, entró a impartir ese curso intensivo de esperpéntica antidemocracia que desde la sede institucional de una de las democracias presuntamente más consolidadas del mundo se mostró a todo el mundo. Y naturalmente, la turba siempre son los demás.
El más madrugador, Albert Rivera, que obligado a dimitir tras reducir a la mínima expresión a su propio partido, ahora tiene mucho tiempo libre para repartir vía twitter, sus esotéricas lecciones de democracia. “Lo que está haciendo Trump ya lo hizo Podemos rodeando el Congreso en 2016 y el PSOE en el Parlamento andaluz en 2019” escribió nuestro pistolero de teclado fácil en su perfil. Tras lloverle la del pulpo por la comparación, del que no acierta a diferenciar, entre otras cosas, según alguien le advirtió, la diferencia entre “rodear” y “penetrar”, que ya viene explicado en primero de sexología, parece que quedó noqueado.
Desde la trinchera opuesta, el sagaz Pablo Iglesias lo tenía claro: “Lo que estamos viendo en EEUU es el modus operandi de la ultraderecha”, declaraba. Su colega, Echenique, siempre más impreciso, abría más el abanico: “Hemos vuelto a ver al PP y a Cs arrastrados por Vox, incapaces de condenar con contundencia el intento de golpe de estado de Trump”. En Vox, por su parte, su líder no era menos clarividente. Oteando el horizonte vislumbraba Cataluña y escribía: “Aquí tenemos a una Generalidad gobernada por los que asaltaron el parlamento catalán”.
Podríamos seguir. Cada cual en defensa de su interés partidista, sale a la palestra, ante cualquier circunstancia vergonzosa o antidemocrática que ocurra en el mundo, para encontrar extraordinarias similitudes entre los que protagonizan esos hechos, con sus adversarios políticos más enconados. En sus oníricas diatribas electorales todos son capaces de ver en el Capitolio a sus adversarios disfrazados con cuernos y pieles, como Jamiroquai, y gritando siempre contra el gobierno ilegítimo y corrupto que son los demás sin darse cuenta que precisamente así, con esas peregrinas comparaciones lo que hacen es evidenciar los fantasmas de su dudosa capacidad para entender lo que es vivir en democracia.
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