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Ahora hemos cogido otra cantinela: de repente, la gente, y con ella la casta parasitaria de la política, se ha dado cuenta que Salamanca, el ... Oeste español en general, está despoblada, y más que despoblada, en vías de extinción. Y no sólo la Salamanca rural, como creen y repiten, sino también la Salamanca urbana o sus municipios mayores, Cuidad Rodrigo, Béjar, Peñaranda o Vitigudino. Salamanca —o Zamora, o Soria, o León, o Cáceres, u Orense...— desaparece porque ha sido criminalmente marginada y olvidada... desde el franquismo. Léase bien: criminalmente, que no es cosita banal.
Y ahora esto ya no tiene arreglo, pues han manipulado tanto la mentalidad y la educación del ciudadano votante —nuestro único valor—, que esto no tiene solución posible. En Cataluña los manipularon para ser quienes son hoy, unos nazis con derechos; aquí nos han manipulado para que nos creamos los últimos monos del circo, para que creamos que somos pobres como ratas por mandato divino y que no valemos nada, a lo sumo para criar cerdos, en su sentido más peyorativo... Y así nos va, no tenemos ni carreteras, ni hospitales, ni universidades a la altura, tenemos parches para ir saliendo del paso, para cerrarnos la boca, para que sigamos aguantando estoicamente —charro lígrimo, charro tonto— la humillación del abandono más absoluto de Madrid, de Valladolid, y también de nuestros propios representantes, algunos de los cuales ni siquiera conocemos, pues no han abierto la boca en su vida, son hologramas políticos. Ejemplo 1 de tantos: ¿quién es el diputado Serrada, del PSOE, y de nuevo candidato al Congreso por Salamanca? Nobody. Y todo este desguace nos ha llevado a lo que tenemos: una corrupción absoluta de la sociedad, sin valores, sin principios, sin una educación adecuada que ha hecho que España tenga hoy a un porcentaje de su juventud prácticamente sin escolarizar, o escolarizada en la indiferencia, que me da lo mismo.
Llegando al quid de la cuestión, no tenemos un problema de despoblación, no hemos desaparecido por arte de magia. Tenemos un problema de negligencia y desprecio políticos, unido a una falta de actitud de la población, adocenada en la subvención, en la ayuda, en la prestación, en el gratis total... Han hecho de nosotros, los salmantinos, los zamoranos, los sorianos, los leoneses, los cacereños, o los orensanos, unos zombis sin ambición, sin ganas de trabajar, de crear riqueza, ilusión y una vida mejor para cada uno y para el colectivo, para nuestro entorno. Construyen cuatro, pagan la fiesta cuatro, y son los cuatro que se llevan los palos y las ingratitudes. Así estamos.
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