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Aunque van quedando pocos calzones en Salamanca, la tierra salamanquina será siempre tierra charra” comienza “Tierra Charra”, poema de M. García, o sea Matías ... García, a quien Manuel M. Matallana bautizó cura poeta. Y efectivamente era cura, rural para más señas, de Navasfrías, y poeta, y “cotidianamente” escribía en este diario. Eso fue antes de que el periódico hubiese celebrado sus diez primeros años de existencia, así que ya han se han contado cosas en él, ya. Manuel M. Matallana, de hecho, reclama a “esa simpática y sana GACETA REGIONAL” que apoye al poeta cura o cura poeta, y se lo reclama desde un libro que vio la luz en 1928 titulado “El país charro” –la antigüedad de la nación charra queda acreditada—, con poesías del sacerdote, como la antes citada, que me vino a la cabeza cuando supe de nuestro hermanamiento con Jalisco, que es, como Salamanca, país charro. Hermanamiento acompañado de folclore, claro, con atuendos charros de acá y allá, aunque ya el cura poeta o poeta cura decía entonces que “aunque los charros de hoy/ visten con traje de pana, / y aunque las charras se abrigan/ con jersé (sic) y modesta bata...” más o menos como los de hoy. Así pues, 2020 es el año del hermanamiento charro, quizá con la idea de crear una especie de país charro virtual y avanzar en unas relaciones que vienen de lejos.

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