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Este año me he perdido el 8-M, el Día de la Mujer. No pude felicitar ayer a Ángela Figueruelo, Helena González y ... sobre todo a mi admirada Gracia Sánchez en el Liceo porque a esa hora iba camino del nuevo hospital. Un año y ocho meses después me han llamado y aquí me tiene, estrenando el nuevo establecimiento, que ya tenía ganas. Estaba ansioso por venir y probar sus servicios como no se imagina. No puedo contarle nada porque ahora estoy más allí que aquí por la anestesia, pero ya le diré, ya, por ejemplo, cómo es pasear con un gotero de la mano por sus inmensos pasillos o cómo es la vida de un centro así sin cafetería. Ya sabe que soy de la escuela de Julio Camba, el genial periodista del siglo pasado, que veía en una puesta del sol o cualquier otra cosa un artículo. Pues yo, del hospital. Lo que no sé es cuándo. El caso es, le decía, que me he perdido el 8-M y su manifestación, supongo que con mucho “No a la Guerra” y apoyo a la mujer ucraniana, como corresponde. Porque en guerra estamos, aunque menos que allí. Una guerra con sus acontecimientos pasados, que es como ha llamado el Emérito a sus pecados fiscales. Acontecimientos pasados y muy pesados para la memoria de este país, majestad. Creo que ya no le veremos por Salamanca. No vendrá a cazar, ni a comer tostón a “Las Cabañas”, ni queso a “Fernandica”, no volverá a inaugurar un curso académico, ni otro hospital como el “Clínico”, el viejo “Clínico”, que está como un hospital robado, tampoco a darse baños de multitudes por Béjar o Ciudad Rodrigo, ni podrá reclamar champán para un brindis en otra Cumbre Iberoamericana. A su esposa, Sofía, sí la veremos, si quiera en sus premios de poesía. Y todo, ya ve, por acontecimientos pasados.

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