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SOY poco amigo de optimismos infundados. Tampoco de pesimismos innecesarios. En el caso de Cataluña, una vez digeridos los datos del domingo anterior, donde ganó ... la abstención, creo que lo malo siempre es empeorable y lo bueno difícilmente mejorable. Le he dedicado alguna columna a esa región autónoma desde una óptica más bien crítica y, por desgracia, realista. Es decir, pesimista. El resultado de las elecciones del Día de los Enamorados no augura una mejor situación en el futuro inmediato. Por el contrario, va a resultar muy difícil meter en muchas molleras cerriles que ser catalán no es ser antiespañol. Tengo buenos amigos y admirados colegas catalanes en el mundo académico. Algunos de ellos, retirados de las tareas universitarias y más aliviados que frustrados, se han ido con viento fresco a disfrutar de la jubilación en otros pagos.

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