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La remodelación de Pedro Sánchez de su gobierno socialista –el de Podemos no lo ha tocado—echa carne a las fieras de la actualidad política ... al final de una semana cárnica y carnívora, en la que todo el mundo ha querido arrimar el ascua a su chuletón, aunque sea tiempo de sardinas. A la sardina la enterramos en carnestolendas y la resucitamos en verano, esa sardina con la que la familia Valencia celebra que la bomba que cayó en el callejón de su restaurante durante la Guerra se quedara en poco más que susto en un día trágico para Salamanca, según las crónicas. El chuletón al punto con el que Sánchez quiso zanjar la enésima riña en su gabinete me pilló, precisamente, compartiendo un chuletón de morucha con varios gourmets carnívoros, convencidos de que el problema no es la carne sino qué carne. La polémica entre carne industrial y carne natural. Lo intensivo y lo extensivo. Hablar de este asunto en Salamanca, provincia cárnica y carnívora, es complicado, pero la propia estrategia regional para el campo habla de producción sostenible con las ayudas de la PAC al final del camino. Entre tajada y tajada también se aludió al final del camino de la selección española en la Eurocopa, que ha dejado claro que Morata es como Morante, tiene sus días y sus momentos, atados, quizás, a cierta conjunción astral.
La eliminación de España, que todo el mundo ve con proyección, al igual que nuestra recuperación económica a pesar de la quinta ola, ola joven, protagonizada por la parte más precaria de nuestra sociedad. La despedida de España coincidió con la de Raffaella Carrá, cuyas canciones tienen algo de carnales, es decir, con esa carne mal vista por el catecismo de mi infancia, que aseguraba que los enemigos del hombre eran el mundo, el demonio y la carne –al punto, gracias—, lo cual te dejaba pocas salidas. Antes de que el comunista Alberto Garzón pusiera en entredicho el consumo de carne, ya estaba mal visto por la Iglesia, que apenas si dejaba un puñado de días al año para comerla entre ayunos, abstinencias, témporas o festividades. La carne era una aspiración permanente de los salmantinos sin título nobiliario ni bula, así que quizá en ello esté nuestra atávica devoción carnívora. La inauguración del nuevo edificio universitario de Cursos Internacionales en el renovado “Bartolo” permitió ver una cámara de conservación de canales de res con varios siglos de antigüedad. En el acto se tuvo muy presente el futuro, pero se omitió a los profesionales que han hecho posible la espléndida recuperación del edificio y su adaptación, aunque si algo se echó en falta es al director de la Oficina del Español de Madrid, Toni Cantó. De la Junta vinieron los consejeros Ortega y Lucas; el rector, Ricardo Rivero, ejerció de anfitrión, y el director de la RAE, Santiago Muñoz, aprovechó para colocar a Salamanca en su sitio en cuanto al español. Mientras, aprendices de nuestra lengua subían y bajaban las escaleras, salían y entraban en unas aulas que habrían llamado cosa del diablo los viejos estudiantes del Colegio de Oviedo, cuyas reliquias andan por el subsuelo del nuevo centro.
De la carne fresca del nuevo Gobierno –no tanta, hay mucha cecina—me chirría ese Óscar López que tiempo atrás defendía sin dudas la fusión de Caja Duero y Caja España como una gran oportunidad para Castilla y León y Salamanca, incluso reprochaba a los que no lo veíamos tan claro. Luego, pasó lo que pasó. Tampoco vio a Sánchez líder socialista en las primarias. El “figura” ejerce desde mañana de “Rasputín” del Ejecutivo tras la remodelación. E Iceta en Cultura. Abróchense los cinturones.
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