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Los sondeos electorales demuestran que, por mucho que los políticos se empeñen en lo contrario y se desgañiten en mítines y debates, los ciudadanos, en ... general, tienen sus votos bastante decididos y les cuesta moverse de sus posiciones incluso aunque los líderes que eligen les defrauden. Es muy posible que el panorama político que se origine tras los próximos comicios sea muy similar al que dejaron las anteriores elecciones. Y entonces, el problema será aún más serio, porque nos tendremos que plantear si unos políticos que no saben pactar están capacitados para dirigir nuestros destinos. Si la respuesta es “no”, solo cabría buscar las alternativas pertinentes que nadie se atreve a convenir, sobre todo porque afectan a los propios políticos y ellos se protegen tanto como sea necesario para que las torpezas o falta de habilidades necesarias no les cuesten el cargo. Con todo, es posible que haya sorpresas. La crisis que se cierne sobre nuestras cabezas podría devenir en que hubiera votantes decididos a taparse la nariz o arremangarse y meterse ellos mismos en el barro, con tal de que las posibilidades de formar gobierno fueran una realidad. Lo que parece claro es que, en el camino, algunos partidos políticos que tuvieron muy buenas expectativas hace muy poco, como Ciudadanos, podrían quedarse casi fuera de juego. Otro tanto sería factible que le ocurriera a Unidas Podemos, con un lider tocado y a veces pareciera que también hundido. Por cierto que los dos mandamases de estas formaciones se mandaron “mensajitos de cariño” en la precampaña, a través de “El hormiguero” y, con una sonrisa, se criticaron la ropa y las actitudes con un doble sentido que solo los más avezados pillaron. Ahora en campaña, imaginen, el “amor verdadero” se extrema y políticos que lo demuestran haciendo la cobra tras los debates (ya saben que el representante de PNV evitó tenderle la mano al de Vox.) Más allá de las anécdotas de la precampaña y la campaña, que se multiplicarán de aquí a las elecciones, lo que está claro es que ni el perrito de Rivera, ni la invitación del Gobierno a Greta Thumberg a venirse en el medio menos contaminante de transporte que corresponda —aunque al presidente le gusten tanto los contaminantísimos helicópteros— ni por supuesto las reivindicaciones de república por parte de los catalanes —que no cesan y que incluso en algunos momentos parecen dignas de volver a ser revisadas por la Justicia— conseguirán revertir el cansancio de los españoles respecto a esta nueva consulta que nos agrede seriamente desde que se planteó. No solo por lo que vaya a costar económicamente, en sí misma, sino por lo que le supone de tiempo robado, de atención reclamada y de freno para las actividades de un país que, oigan, dijo que no quería gobiernos mayoritarios, que deseaba que hubiera más color en el parlamento y que los políticos —algunos de los cuales les piden que les voten a ellos “por responsabilidad”— se pusieran de acuerdo.
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