Bulos y paparruchas
Jueves, 16 de abril 2020, 05:00
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Jueves, 16 de abril 2020, 05:00
EN los inicios de la Asociación de la Prensa de Salamanca (ASPE) recuerdo una campaña cuyo lema rezaba “Soy periodista, lo siento”. Y así me ... siento cada vez que tengo que verificar una noticia falsa y la contrasto acudiendo a las fuentes, a los documentos originales, a las bases de datos de las que supuestamente han sacado esa información alterada que salta de móvil en móvil a golpe de WhatsApp o Telegram. Mentiras que se retuitean y se comparten en los muros de Facebook. Bulos y paparruchas que, aunque parecen igual, no son lo mismo.
Los académicos dedicados a limpiar, fijar y dar esplendor a nuestra lengua definen la paparrucha como “noticia falsa y desafinada de un suceso, esparcida entre el vulgo”. Lo que viene siendo un entretenimiento entre la gente aburrida que está encantada de ver impresa y editada alguna idea que coincide con su visión del mundo. Aunque sea mentira.
Los que ocupan los sillones de las mayúsculas y minúsculas en el número 4 de la madrileña calle Felipe IV dicen que el bulo es una “noticia falsa propalada con algún fin”. O sea, que es una paparrucha pero con la que se pretende conseguir algo. Lo que viene siendo con un plan concreto. Es decir, utilizar la mentira como medio para conseguir un objetivo. Maquiavélico.
Al inicio de la interminable y abominable pandemia de coronavirus la cantidad de paparruchas humorísticas era ingente. El humor patrio fue dando paso a las paparruchas científicas con remedios caseros, medicamentos milagrosos y demás noticias falsas relacionadas con la salud. Una fase posterior, aunque siempre solapada con las anteriores, vino repleta de teorías conspiranoicas entre las que cobraron especial fuerza aquellas relacionadas con la economía y el orden mundial. Pero no dejaban de ser paparruchas, noticias desafinadas compartidas por el vulgo confinado y con wifi.
Ahora es tiempo de bulos. Las mentiras interesadas que buscan un fin –por lo general relacionado con el poder, aunque también con el dinero y la fama- se han convertido en la principal materia prima con la que me toca trabajar cada día. Lo siento, soy periodista. Y a uno, que ha perdido a su padre por culpa de la COVID-19, leer algunas de estas mierdas y comprobar quiénes son los autores de las mismas -y lo que pretenden- se le revuelven las entrañas.
Alguien que me conoce, y me quiere, me hizo llegar recientemente el siguiente mensaje titulado “Tonto del bulo”. En él se explica con acierto, y un punto del sarcasmo que le falta a la RAE, lo que viene a ser la paparrucha por bulerías: “Persona simple, de poca inteligencia, que reenvía mensajes falsos y tendenciosos. Se mueve por el afán de protagonismo, por el odio (sobre todo político), por hacer daño o, sencillamente, porque es imbécil. ¿Conoces a alguien así? No me lo digas a mí, díselo a él”.
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