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Por fin se despejó la “cuestión europea”. Así, moqueando y entonando la conocida melodía escocesa “Por los viejos tiempos” despidieron los parlamentarios europeos a sus ... compañeros británicos unas horas antes de que el brexit se consumara oficialmente. De derecho, que no de hecho, porque todavía estarán unos meses de cuarentena hasta formalizar los últimos detalles administrativos. Bastante complejos, me temo, para ellos y para nosotros. Pero hoy es el segundo día de la Europa mutilada y nada raro ha sucedido. Bueno, sí. La prensa abre sus páginas con esta noticia y los comentarios abundan, por lo general, en lamentos y consideraciones de lo que pudo haber sido y no fue. Mas, como dice el proverbio, de nada sirve llorar por la leche derramada. Algunos desearán que el imbécil de Cameron no vuelva a conciliar el sueño —como le pasó a Macbeth tras su execrable crimen— por haber metido a Europa en un laberinto cuya única salida ha sido esta. “Que el insomnio habite la alcoba donde reposas”, se dice en Ricardo III. A pesar de estas maldiciones, me imagino a Cameron durmiendo a pierna suelta en su opulento retiro. (En España, en cambio, parece que solo duerme así el cinco por ciento de la población, según decía no hace mucho el presidente).

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