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Se acaba el año, qué descubrimiento, ¿verdad? Otro cumpleaños, otra pérdida, otra muesca en la culata, otro desayuno en la terraza del “Saks” de Polanco, ... más mamografías, en definitiva, sonrisas y lágrimas... No nos falta de nada, la vida misma: la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. Estamos todos. Se acaba el año y apostamos por liberar la mente, soltar lastres y dejar atrás a la gente tóxica, una plaga. Qué envidia de nuestros padres, sin ser rehenes, ni del psicólogo, ni del móvil, ni de las frasecitas de Mafalda convertidas en Nietzsche con Coca Cola. Poca vida, mucho “like”. Se acaba el año y aquí estamos: los marcianos sin venir, los precios por las nubes y la gente suplantando las vidas de otros en Instagram y aprendiendo a ser obedientes ciudadanos de una RDA con Netflix. Se acaba el año y parecemos un televisor con la luz roja de stand by. Quizá esperando al Godot que nunca llega, aunque entre tanto nos ponemos ciegos a tostón (¿tostones felices?), a gambas (¿gambas felices?), a verdejos (¿uvas felices?), a turrón (¿almendras felices?) Un lío. Comer es un lío. Amar, ni te cuento. Vivir, un ironman tras otro. Leer, una excentricidad. Pensar, un acto de terrorismo. Danger ahead. Pero que mucho danger. Se acaba el año y aquí estamos, más solos que Michael Collins esperando a Neil Armstrong y a Buzz Aldrin, de paseo en la Luna en 1969. La Luna, un lugar para evadirse (“Fly Me to the Moon”) a falta del planeta Tierra, porque, pregunto sin acritud ni sorna, ¿existe todavía la Tierra según los catastrofistas? Juego de palabras: esto es insostenible. El mesianismo ecologista es insostenible. Incluso, al tomarme un gin-tonic en el “Bonaparte” me planteo si no seré un sucio imperialista robándole la identidad y la quinina a las tierras sometidas. Larga vida a Colón, a Antonio de Mendoza, y de paso a Mecano y a Lucia Berlin, que me escribe desde una lavandería de Albuquerque, en Nuevo México.
Se acaba el año y empieza otro en una línea interminable de un presente sin fin, pues el robo del futuro nos ha dejado encerrados en hoy. En hoy. Y otra vez en hoy. Los “Sex Pistols” fueron los únicos que lo vieron venir en 1977, y ya ha llovido: There´s no future. No future. Pero llega otro 31 de diciembre y otros sueños por cumplir se abren como un mantra de ilusión. Bienvenido a este mundo, pequeño 2023 (gracias Fannie Flagg). Brindo por ti, Año Nuevo. Postdata a los lectores: los quiero, ustedes son la última esperanza de un mundo hecho del placer de perder el tiempo, de papel de periódico, de café aromático y del sol de la mañana.
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