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Es muy probable que cuando lea estas líneas la imagen de Santa Teresa de Jesús haya salido de su clausura y esté expuesta para presidir ... las fiestas de su transverberación, que son a la vez fiestas de verano y pregón que anuncia las de octubre, las mayores de Alba de Tormes, que ha recuperado a Concepción Miguélez de alcaldesa, una teresiana de libro. Toma el relevo a las de San Bartolomé, que es el patrono de curtidores y en general de quienes trabajan en el cuero, que no de quienes trabajan en cueros, que es otro negociado. Murió desollado, el pobre, de ahí que exhiba un cuchillo en sus manos en algunas de las procesiones que salieron ayer. Debió ser santo principal en nuestras tenerías, donde Fernando de Rojas sitúa la cueva de Celestina, y así se cita en su novela, dejando muy claro que la acción se desarrolla en Salamanca. Ya lo era entre una parte del alumnado salmantino, alojado en el Colegio de San Bartolomé bajo la protección, nada menos que de los Anaya, obispos, que no los industriales albenses. De él salieron los influyentes bartolomicos de la España del Siglo de Oro. El colegio ha llegado a nuestros días y está situado por la zona del Campus después de un tiempo en la desembocadura de Serranos, más allá de la casa de Burrieza, edificio que se remodela como aulario de enseñanza del español entre otras funciones, que nos eleven en el ránking universitario de Shanghai. El “Bartolo” ha sido un ilustre de la vida universitaria salmantina igual que lo fueron los locales de hostelería que abrió a lo largo de su vida profesional Bartolo, que es como se le conoció siempre en el gremio. Felicidades un año más.

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