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La historia cobra a menudo una desoladora orientación circular. No avanzamos. Nebrija asumió su docencia en Salamanca como una cruzada para “desarraigar la barbaria de ... los hombres de nuestra nación”, según deja constancia Ana María Carabias Torres en el libro que acaba de editar el Ayuntamiento, y ningún otro sería más legítimo objetivo para el hoy rector y los hoy salmanticae magistri. La barbaria contra la que luchó Nebrija persiste, omnipresente, y la Universidad sucumbe demasiado a menudo ante su empuje. Podría suponer este año un punto de inflexión, el año que comenzó con la publicación de la carta de Daniel Aranda, catedrático de la Universidad de Granada, titulada “Querido universitario de grado: te estamos engañando”. No ha terminado enero y va ya por el millón de lecturas, lo que ratifica el interés colectivo en la regeneración de la Universidad. Publicada en LinkedIn, que hace hoy las veces de las imprentas salmantinas de 1480, esta carta supone una enmienda a la totalidad de la institución y su evolución blanda, todo ello desde la aguda autocrítica que solo desde el amor florece y desde las verdades del barquero. ¡Qué falta hace este tipo de discurso! No quiero ni pensar lo que diría Nebrija si se topase con algo siquiera remotamente parecido en su altura intelectual a la actividad que ahora mismo respalda la Universidad de Salamanca en la Hospedería Fonseca, que lleva precisamente el ilustre apellido de su pupilo Juan Rodríguez. Respetando por supuesto la sagrada libertad de cátedra, de justicia es que la Universidad repiense, si quiera por un momento, su ser o no ser barbaria.

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