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Éramos unos tuercebotas. La supuesta calidad que atesorábamos de nuestros años mozos se había venido abajo con el edad y nos arrastrábamos en una liga de fútbol aficionado con más pena que gloria. Al menos, teníamos claras nuestras limitaciones físicas y desplegamos una táctica que ... nos dio muy buenos resultados. Plantábamos en defensa el autobús que elevó a arte Javier Clemente y lanzábamos balones a Sánchez -apellido ficticio, por supuesto-, un joven y rápido chaval para que se buscara la vida frente a la portería contraria. Era nuestra forma de desatascar los partidos. Y vaya si lo hacía. No ganamos el campeonato, pero ocupamos un honroso lugar que ahora no recuerdo.

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lagacetadesalamanca Balones a Sánchez