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Me pregunto para qué sirven las instituciones, no digamos quienes las ocupan, quienes las han literalmente asaltado a base de embrutecer al electorado, de corromperlo. ... Para qué sirve el Senado (o el Congreso, tanto da) si en su tribuna todo un presidente del Gobierno afirma sentir “profundamente” la muerte de un sucio “etarra”. Para qué sirve nada si tenemos que ser testigos de estas bestialidades. Como declaró a LA GACETA la portavoz de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Salamanca, asco, siento asco.
Pedro Sánchez, el pasado martes, dio otro gran paso en la criminal estrategia del PSOE de blanqueo del terrorismo vasco, estrategia que ha contado casi siempre con la connivencia del PP, pues quien calla otorga, no lo olvidemos. No sólo los hijos de la gran puta de los asesinos de ETA van a acabar en los altares -como ya acabaron ocupando las instituciones democráticas-, o como “hombres de paz”, o como meros responsables de “accidentes” como el de la T4 de Barajas, sino que acabarán desapareciendo de nuestra memoria, ocupados como están en perseguir a quienes miran, miramos a una chica hermosa, o en quienes acusan de machismo a las señales de tráfico que lavan subliminalmente nuestros cerebros.
Ver a un presidente del Gobierno de una democracia, aunque sea una democracia de cartón-piedra como la española, declarando en el Senado sentir “profundamente” la muerte de un “etarra” -cuyo nombre ni quiero citar- debería ser un cataclismo institucional y social, pero lejos de ello apenas recoge tímidas críticas, silenciadas siempre por la maquinaria del terror de la izquierda y su emética superioridad moral. Las palabras de Sánchez, con el insano objetivo de cosechar apoyos que le mantengan en el poder, deberían estar penadas por el famoso delito de odio, pues odio es el que levantan semejantes barbaridades, impropias de un estadista, incluso de uno de medio pelo como él.
Sentir “profundamente” la muerte de un “etarra” desde la tribuna del Senado es un insulto a la democracia y a la sociedad cabal que la sostiene; blanquear de una manera tan obscena a los criminales de ETA es pura apología del terrorismo, como lo es permitirles entrar en ayuntamientos o parlamentos. El enemigo está en casa, el veneno del oído, del terror y del nazismo corre por todas las instituciones del Estado, lo ha infectado todo hasta hacernos apátridas a una minoría. El miedo y el dolor absolutos: exiliados en nuestra propia patria y temerosos del poder y de la Justicia a su servicio.
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