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Hubo un Francisco Gil, arquitecto, que diseñó una parte de la Salamanca que vemos de paseo por las calles, como la “Torre” de la ... Avenida de Portugal o el Hotel Monterrey. Hizo espléndidos edificios inspirados en la tradición plateresca salmantina, pero también más clásica. La historia de su mujer y su familia política da para un drama enmarcado en nuestra Guerra Civil, como la de Atilano Coco, a quien las efemérides recuerdan hoy. Hasta hace unas horas, hemos tenido un Paco Gil, protagonista de un episodio también digno de novela: la venta del Gran Hotel, Hotel Monterrey y Alfonso X. Si hacemos caso de lo que dicen, hubo armas y maletines en una reunión de compraventa, digna de una película de género, con actores principales y secundarios en la cárcel o cerca de ella. El caso es que Salamanca perdió el Gran Hotel, que para los salmantinos era más que un hotel, y así lo entendía también Francisco Morales, concejal entonces, que dimitió como protesta. Vimos los paisanos a las excavadoras destrozar estancias en las que se habían alojado figuras ilustres del cine, los toros, la política, la literatura... También otras con menos lustre. Asistimos a la demolición de los salones en los que comimos y el bar en el que tomamos cócteles y cafés, o donde entrevistamos a protagonistas de la actualidad. Fue terrible ver cómo se fundían los cascotes del ático donde estuvo la radio decana de Salamanca con los del hall de acceso, donde Carmen Martín Gaite me firmó una primera edición de “Entre visillos”. Ayer fue el cumpleaños de nuestra Carmina. Pocos entendían, entonces, el derribo de un hotel con tanta historia y en un emplazamiento como aquel, pero el negocio, ay, el negocio. Más de sesenta millones dicen que hubo en la mesa, pero quién lo puede afirmar: quizás el secreto nunca sea desvelado. Paco Gil, empresario hotelero y taurino, acaba de fallecer, cincuenta y ocho años después de hacerlo su padre, Francisco Gil. Quico Gil, Quico, hijo de Paco, y nieto de Francisco, sigue la senda hostelera del padre, pero por la restauración. Mi pésame, amigo, y también para Javier y Susana.

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