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A la vez que en Escocia se celebra la cumbre del clima contra el cambio climático, que tiene que ver muchísimo con el calentamiento del ... planeta, Twitter recalentaba los móviles con el pulso evidente entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, un divorcio político que rivaliza con el de Antonio David Flores y Olga Moreno. Un calentón así no es oportuno en este momento planetario, cuando todos estamos pendientes de limpiar la atmósfera y bajar la temperatura de la Tierra hasta un nivel aceptable para el horario de invierno en el que acabamos de entrar, que no es sino una tomadura de pelo, según el sanedrín del bar. Y, sobre todo, el planeta no está preparado para dos divorcios volcánicos a la vez. La sismicidad puede ser tremenda. La ruptura entre Ayuso y Casado tendrá repercusiones en los electores, que aquí hacen el papel de hijos. ¿Quién se queda con quién? Arde Madrid y habrá cenizas. Arde como la brasa para asar castañas. Arde Madrid se ha utilizado como título de serie de televisión, con Paco León evocando los tiempos madrileños de Ava Gadner entre “Chicote” y la residencia privada de Perón; y como título de varios libros. Me quedo con el del salmantino Javier Sánchez Zapatero, que recorre la literatura bélica de aquel Madrid sitiado. Ayuso es mucha Ayuso, como lo es Miguel Ángel Rodríguez, MAR, que mueve los hilos y al que conocemos bien por aquí. Aquella afición suya a las listas... Casado tiene a los “genoveses” y el choque de trenes, con más o menos retraso, llegará. Hay que estar muy atentos al alcalde Almeida, que también está en una hoguera que podría llegar hasta aquí, porque la lava de los volcanes resulta imprevisible, como estamos viendo en La Palma.
Con semejante temperatura el horno está listo para nuestros bollos maimones y el correspondiente chocolate cuando el pan ha subido. Al menos en mi panadería. Una consecuencia de esos cereales desbocados, como la lava, que también llegará hasta la carnicería. La subida del pan dio lugar décadas atrás a movidas muy gordas en Salamanca relatadas en estas páginas, con mujeres poniendo en aprietos a los guardias en los alrededores del Mercado Central, en los soportales del pan. Algunas fueron apaleadas, pero ellos no se fueron de rositas. Pero siglos atrás un mal año de trigo era demoledor para las familias y entonces, en algunos casos, entraban en escena las castañas, con cuya harina se hacían tortas con brasa de encina. Puro hidrato de carbono. Las castañas cumplieron en ese momento con la misión encargada más tarde a las venerable patatas: evitar las dramáticas hambrunas. Así que un poco de respeto cuando afirmamos que algo no vale una castaña.
Para Ana Luísa Amaral, que recibe este jueves en Salamanca el Premio de Poesía “Reina Sofía” de manos de la propia reina Sofía, todo es poesía, desde una cebolla de su despensa –sus queridas cebollas—al amor de su hija, ha dicho la crítica cultural Carla Casado. También Amaral tiene versos dedicados a la castaña. Desde Pablo Neruda a Lope de Vega, la castaña ha tenido su literatura y su gastronomía. Salvando hambrunas cuando faltaba el pan. Quizá debamos guardar castañas por si llega ese apagón apocalíptico del que hablan. No ganamos para desgracias. Vivimos en un quejío de Miguel Poveda, que viene a Salamanca. En un ay. Y nadie asegura que el asunto mejore, que los números salgan. Cuando escucho a Fernando Pablos y Carmen Sánchez Bellota hablar de los presupuestos de sus respectivos partidos y también de los ajenos, recuerdo que para un matemático dos y dos son cuatro; para un abogado, lo que usted quiera; para un ingeniero, algo comprendido entre tres y cinco, y para un político, depende. Pues eso. Depende. Con los números, todo depende.
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