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CAMINO por el lado de la calle donde hay sombra, la que menos arde, mientras canturreo “cuando calienta el sol, aquí en la playa” de ... los cubanos Rigual, que es un clásico de los discos solicitados de mi infancia en la voz de Conchita San Román y Antonio Fidalgo. No veo a nadie conocido. Mi reponedora de medicinas me ha dicho que los clientes son, en su mayoría, turistas: los vecinos se han ido. Ver turistas en Salamanca es un regalo para la vista, el ambiente y el negocio después de todo lo que hemos pasado. Incluso hay algunos extranjeros. El lunes, Inés Criado, una de las guías turísticas más conocidas de Salamanca, me avanzó que también comienzan a moverse los cruceros por el Duero. Ese día, terrazas y restaurantes registraban una extraordinaria ocupación. Quizás hayamos doblado la curva del turismo y recobremos aquella normalidad ahora que somos casi inmunes como rebaño y hasta regresan los toros a nuestras plazas, incluida La Glorieta. Hay que izar ya La Mariseca a la espadaña municipal y cumplir con el rito. Ángel Rufino de Haro, “Mariquelo”, se va a encaramar a la de la iglesia de Valdesangil, anunciando, quizá, su subida de octubre.

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