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Esta semana pusieron en una cadena televisiva “Australia”, película que en su momento contribuyó a la popularidad de Nicole Kidman y Hugh Jackman, australianos ambos. ... Es posible que los responsables de la programación cinematográfica de la cadena quisieran homenajear a ese gigantesco país-continente ahora asolado por el fuego.
Las escenas que nos ofrecen los noticiarios no pueden ser más dramáticas. Se diría que Dante hubiera descrito su “Infierno” viendo lo que sucede en las regiones australianas más castigadas. Las llamaradas parecen querer tocar el cielo, un cielo negro y humeante que hace que a media tarde el sol se oscurezca. El hollín y las cenizas ya han atravesado el mar de Tasmania y sus efectos se dejan sentir en Nueva Zelanda. Los glaciares de la Isla Sur tienen un ennegrecido manto que oculta la albura de las nieves perpetuas. Y con ese mortífero aderezo, los hielos se derretirán por causa de un proceso artificialmente acelerado.
Mis amigos ganaderos de merinas lo están pasando mal. A la sequía propia del verano se une este año el efecto de los incendios que ven cada vez más cerca. En los miles de hectáreas donde suelen pastar sus miles de merinas, los abrojos resecos sustituyen a la hierba fresca de la estación primaveral. El césped en el jardín de la casa es de color amarronado, y en la vivienda no quedan ni siquiera tiestos. Mis amigos tienen unos sistemas de riego para las temporadas de sequía que funcionan mediante un ingenioso sistema de vasos comunicantes entre las lomas y promontorios y las charcas y pozas, ahora embarradas y resecas. Los acuíferos subterráneos proporcionan escasas aguas salitrosas de muy pobre calidad. Ahora luchan horas sin cuento contra los fuegos cercanos formando parte de una cuadrilla de bomberos voluntarios (ellos tienen su propio camión anti-incendios). No muy lejos, los animales (ovejas, canguros, koalas, ualabíes, dingos y wombats) se achicharran al mismo ritmo que los eucaliptos, cuyas raíces y tocones recuecen las huras de conejos y reptiles. Los cielos anaranjados arden a temperaturas inverosímiles y las gentes huidas de sus casas se resguardan en las zonas de playa y litoral.
En la finca de otros amigos la situación es igualmente insostenible, aunque estos tienen a mano un riachuelo que alivia algo el secarral del entorno. El futuro lo ven tan negro como los nubarrones de ceniza que cubren los sedosos bucles de lana de los centenares de cabras de Angora, todo un capital cuidado con esmero.
Uno se pregunta qué se ha podido hacer mal, cuáles han sido los errores de cálculo y faltas de previsión. Muchos de los fuegos son maldiciones provocadas. La canción de The Seekers “I am Australian”, que es todo un himno patrio, dice: “Soy el viejo corazón que mantiene la llama...” Llama sí, pero no esta.
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