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Cuando lea estas líneas el tiempo habrá mostrado los primeros síntomas de cambio con temperaturas mínimas cerca de los diez grados y máximas por debajo ... de los treinta. Esta semana le pregunté si recordaba cómo llovía y ahora le pregunto cuándo se echó por última vez una chaqueta por el fresco de la mañana. En todo caso, no echaría las campanas al vuelo porque el tiempo está raro y ya veremos si la estación de los tomates no coincide con la del turrón y la vendimia con el mes de las flores. De momento el alcalde de Salamanca, Carlos García Carbayo, que apunta maneras de ministro de Agricultura y de Medio Ambiente, ha convocado un concurso hortofrutícola para después de las fiestas, que tiene a los hortelanos de los huertos urbanos de Tejares en un sin vivir teresiano. Supongo que el jurado buscará un tomate como el de Cáceres con su kilo y medio de peso y no se vio en la feria del tomate convocada en San Martín del Castañar. También su alcalde, Alfonso Buenaventura, tiene maneras para dirigir el sector. Esto puede dar lugar a una liga tomatera provincial, que ríase usted de la pasión futbolera que ha regresado. De momento, el edil serrano llevó tomates de su pueblo a la Diputación para provocar y retar, y el diputado de Agricultura, Julián Barrera, quizá se lo piense cuando acabe con la Salamaq de este año. Cuando los médicos me retiraron los tomates por su potasio, una parte de mi buen gusto se vino abajo. Uno disfrutaba con el olor de un tomate de verdad y sabía gozar de un tomate sin más aliño que una pizca de sal. Y no era fácil hallar un tomate así: a veces había que sobornar a mucha gente y pisar lindes legales, con nocturnidad y alevosía. Pero alguna vez lo conseguí. Y no, no me ofrezco de jurado por razones de salud y porque esos días estoy de viaje.

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