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ANDAMOS la mayoría de los que pelamos la pava en la EGB entre preocupados y escandalizados por las últimas ocurrencias del Ministerio de Educación, que ... ha abrazado con ardor la corriente de ‘buenismo’ imperante en esta sociedad tan cosmética. Ahora se van a cargar de un plumazo las recuperaciones en la ESO y pasarán de curso siempre que los profesores consideren que hay, o puede haber, progresión en el alumno. La subjetividad al poder, que es sinónimo de desigualdad, por que todos sabemos que la magnanimidad o la severidad se reparte en porciones diferentes según quién seas y dónde estés. Así que se acabaron esos aprobados raspados que sabían a verano, el milagroso ‘5’ que indultaba las vacaciones. Y aunque no me considere un exponente del llamado ‘abuelocebolletismo’, en esto sí creo que se comete un error que lastrará a los jóvenes.
Principalmente, porque se devalúa el esfuerzo de los alumnos. Ahí va un hecho real para justificar esa afirmación. Sentado a una misma mesa con varios adolescentes, conversábamos sobre la idea de permitir que se obtenga el bachillerato y se puede hacer la prueba de acceso a la universidad con una asignatura suspensa y yo argumentaba con ahínco la importancia de conseguir algo mediante el esfuerzo, que el camino para llegar a un fin también es importante y toda esa palabrería que quedó desarmada, más bien vapuleada, cuando uno de ellos presumió de estrategia; desde el inicio del curso iba a dejar de estudiar una asignatura (la que se puede suspender) y así le sería más sencillo aprobar el resto. Con un par. Economía del esfuerzo, más bien, exaltación de la holganza.
La idea no es, ni mucho menos, censurable. Todos, a los quince años, queríamos estudiar menos y volar más, hasta apurar el límite. El problema está en el sistema que lo permite, incluso lo fomenta rebajando cada más los niveles de esfuerzo para llegar a las mismas metas. Filosofía muy peligrosa que busca mejorar, o maquillar las estadísticas para mayor gloria de los políticos de turno. La idea subyacente es, además, una estafa para los jóvenes, que tras una anestesiada educación se van a dar un tortazo de realidad, puede que no en la universidad pero seguro que en el mercado laboral, donde la dinámica es la opuesta, cada día más exigencia y más presión, con menor recompensa. Es obvio que la educación siempre es mejorable, el profesor-parlador ha pasado a la prehistoria y lo mollar ahora no es sólo tener conocimientos sino saber aplicarlos, una concepción más pragmática de la enseñanza que se acompasa con las exigencias de la sociedad, pero todo eso no debe amparar que se recompense la falta de esfuerzo, y por contraposición, se castigue al trabajador. En esto, el aprobado general siempre es lo más injusto.
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