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Sin tener la fama de la fuente de la Glorieta o del Cántaro, del Parchito, de la Cagalona, del Campo de san Francisco, del Caño ... Mamarón, de la Cantera o de las Animas, existió una humilde fuente llamada de “La Platera”. Por el portillo de san Vicente comienzan las primeras señales de donde se ubicaba el manantial al ver con los cántaros llenos a varias mozas portando una vasija sobre la cabeza, otra de la mano y una tercera “al cuadril”, seguir por el Prado Rico y ver la aproximación a la fuente Cagalona de varias sedientas espigadoras con coloridas sayas. Esta fuente durante muchísimos años había sido lugar de reunión de obreros, ancianos, vagos o personas enfermas que descansaban en asientos de dura roca.
A tiro de piedra y hacia la derecha se encuentra la fuente de “La Platera”, de donde parte un carro cargado con cuatro cestos a modo de aguaderas, dejando a la izquierda el río y siguiendo el camino hacia el puente de hierro de La Salud. A la derecha el ventorro de la “Señá Ana” donde “El Gurriato” y “El Geromín” preparan sus trebejos para la diaria pesca.
El agua mana de un encajonamiento construido de pizarra y se encuentra siempre rodeado de una sucesión de cántaros acostados, que han depositado un grupo de alegres muchachas. El agua es extraída con unos jarros de porcelana y se vierte en los cántaros, a los que, como filtro, se les coloca un mandil.
Se ve más frecuentada la fuente en 1913 pues el Ayuntamiento, con fecha 22 de agosto, ha publicado un bando del Alcalde accidental don Luis Mayorga Maissonave prohibiendo el consumo del agua del Tormes en bebida o para las necesidades domésticas sin haberla esterilizado, hirviéndola y aireándola convenientemente. La corporación municipal no se ha preocupado de tomar medidas preventivas o alternativas a tan drástica decisión, como podría ser la colaboración de conventos, colegios y casas particulares con aljibes, poner en funcionamiento el pozo-noria de san Lázaro en la Glorieta o rescatar del sueño de los justos el proyecto de traída de aguas del señor Milla desde la Golpejera.
Ante la escasez de agua referida hubo un avispado empresario salmantino que se propuso ganar unos buenos reales comercializando el servicio de agua potable. Compró una fuente, hasta entonces desconocida, la de La Plata, junto a las tapias del cementerio y comenzó a servir el agua mineral natural a domicilio en cántaros, (12 litros aproximadamente) con el precinto “Fuente de La Plata”. Era don Emilio Hernández, con relojería abierta en la calle de Toro, 37 y 39. Nada más empezar, en agosto, ya vendía 100 cántaros diarios a 25 céntimos, puestos en casa y a 5 céntimos en la propia fuente. Se anuncia la venta del manantial en 1914.
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