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Ya advirtió hace bastantes años Fernando Lázaro Carreter --creo recordar que en las páginas de este mismo periódico-- que la batalla contra los anglicismos era ... una batalla perdida. Lo suscribo sin ambages. Las lenguas, por fortuna, son organismos vivos que experimentan avatares, grandezas e infortunios con el paso del tiempo. En España la invasión de italianismos fue notable entre los siglos XVI y XVIII; los galicismos entraron a borbotones sobre todo a partir de ese último siglo. Y no olvidemos el tropel de arabismos que quedaron incrustados en el español desde la época de la Reconquista. Nuestra riqueza como lengua universal tiene ahí muchas de sus raíces, aparte, claro está, del inmenso sustrato clásico grecorromano que el propio Toni Cantó debería conocer.

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