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Hace muy poco, si no recuerdo mal la última vez que me asomé a esta ventana a contaros las cosas que pienso y a pesar ... de ello digo, os señalé que Salamanca es una de las ciudades más seguras de España. Creo que la cuarta. Pues bien, ha sido decir eso, volver de pasar unos días en Santander con mi familia, y darme cuenta de que habían entrado en mi casa a robarme. Querido Murphy, te odio, te odiamos, todos, mucho.
Por ser sincero debo deciros que no me han robado mucho, la Policía me ha comentado que lo que buscan son joyas y dinero en metálico. En mi caso el ordenador, la tele... Siguen conmigo. No quiero decir que eso no te lo vayan a robar, hablo de lo que a mí me ha pasado.
Pero el problema no es ese. No se trata de lo que se puedan llevar, que es cierto que hay cosas que tienen un valor sentimental que duele mucho perderlas. El mayor problema es que alguien ha entrado en tu casa. Que la frontera que pones al cerrar la puerta ha sido violada, así como tu intimidad.
Alguien ha campado a sus anchas entre tus pertenencias, tus recuerdos, tu espacio seguro. Todos recordamos alguna escena de película o serie en la que, cuando un personaje se sentía mal, le decían “vamos a casa”. Tu casa es tu pequeño reino. La verdad es que durante unos días no me he sentido seguro.
Llegas, te das cuenta de lo sucedido y haces lo que tienes que hacer: llamar a la Policía. Cuando me dijeron que venía la Policía Científica a revisar mi casa, yo me imaginaba que iba a ser algo propio de Mortadelo y Filemón. Y no, no pude estar más confundido, fue algo estilo C.S.I. en toda regla. Profesionales como la copa de un pino. La misma Policía me señaló cómo mi puerta estaba marcada por un hilo de pegamento en la parte de abajo entre la puerta en sí y el marco. Ponen este hilo, si está roto es que alguien ha entrado en la vivienda, pero, si está intacto, ya entran ellos. Vigilad este detalle. Tened cuidado.
Después te ves con tu casa malherida, tu seguridad en reserva, tu optimismo ausente y te paras, y piensas, y respiras.
Haces tu parte, haces lo que puedes, lo que está en tu mano. Cambias la cerradura por una mejor, te pones manos a la obra para que tu casa quede limpia y ordenada como para dar envidia a Marie Kondo, y sigues viviendo.
Salamanca es una ciudad segura. La Policía Nacional que trabaja en Salamanca está llena de agentes serios y responsables, pero, por desgracia, siempre hay amigos de lo ajeno que buscan nuestras grietas, nuestros descuidos, para conseguir lo nuestro sin merecerlo.
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