Borrar

El gusto se educa. Si ha crecido uno enfilando a primera hora de lunes a viernes la Calle Compañía, como quien escala con cada paso el helor que depura hasta coronar en un rutinario éxtasis, al alcanzar la Clerecía, adquiere sin quererlo ciertos patrones de lo bello con el listón especialmente elevado. Cierta tendencia a lo excelso difícil de justificar. Se convierte uno involuntariamente en “guardián de la belleza”, como recientemente decía nuestro obispo al profundizar en el sentido del arte. En fin, que no tengo yo la culpa si, cuando me topo de narices con las imágenes de la campaña institucional “Ahora que ya nos veis, hablemos”, me produce cierto rechazo. Primero porque es invasiva: me inyecta en la retina una escena íntima que no necesariamente deseo ver en un espacio público. Segundo, porque vuelca toda la fuerza institucional en patrones estéticos que se se dan de bofetadas con mi natural inclinación a lo sublime. Y tercero porque me resulta, sencillamente, de mal gusto. Y ya digo que el gusto no se elige, ni se decide, ni se impone desde las instituciones. Pero si me propongo el ejercicio de cerrar los ojos y quedarme sólo con las palabras, entiendo el concepto: después de tanto ruido, tanta torpeza y tanto exabrupto, con los que se ha forzado que la igualdad ocupe un merecido espacio el debate social, podemos ahora volver a los términos razonables de ese debate para llegar a consensos y criterios proporcionados, para que el debate sea realmente efectivo. Y tomo prestado ese mismo eslogan para recordar, ya en campaña, el debate sobre la más cruel de las desigualdades que ha enraizado en la sociedad española, que no es otra que la división entre los ciudadanos de primera, que viven en las ciudades, y los otros, los de segunda, los que viven dedicados a preservar el intangible patrimonio de los pueblos y la naturaleza, una forma de vida a la que hemos dado la espalda. Estos últimos pagan impuestos como todos los demás, pero no reciben a cambio médicos, ni escuelas, ni sacramentos. Ni servicios a un nivel comparable. Ni de lejos. Ni oficina de banco, ni tiendas, ni transporte público. Ni biblioteca, ni teatro, ni orquesta. Ni bar. Al tratarse, además, de una población envejecida, sufre esa otra discriminación que cometemos en nuestro propio perjuicio, porque a la vejez nos encaminamos todos, en el mejor de los casos.

Mucho se ha hablado en la última legislatura y media sobre la España Vacía. Muchos excesos se han cometido con esa excusa, empezando por la formación de partidos políticos dispuestos a rebañar la insatisfacción y la indignación en pro del propio lucro político. Pues bien, ahora que ya vemos a la población rural, hablemos. Aquí lo que hace falta es que los grandes partidos, todos ellos, se involucren y hagan suya la causa del campo. No estoy hablando de hacerse fotos con las vacas, por favor. Que presenten propuestas serias para poner remedio en lo posible y aliviar las consecuencias de la sequía, que este verano alcanzará la ferocidad de la de 1992. Que prevengan desde ya a los incendios, que se ceban en la población rural y que es en primavera cuando pueden empezar a evitarse. Que eliminen trabas a las ayudas: ser de pueblo no es lo mismo que ser tonto y los agricultores se dan perfecta cuenta de que toda la información y los datos recabados en los trámites burocráticos acaban siendo utilizados para que el monopolio de los fertilizantes produzca exactamente por debajo de la demanda y poder así mantener precios altos e injustos. Que se provea de conexión a internet de calidad, que se promueva el aterrizaje en zonas rurales de teletrabajadores que prefieran la vida slow. Que en los pueblos se reciba un trato fiscal más favorable, en compensación por la ausencia de los servicios públicos y que las familias rurales con hijos sean objeto de ayudas directas, en su esfuerzo por evitar el éxodo. Para empezar. Apenas seamos capaces de elevar la mirada por encima de la obsesión enfermiza por el género de que somos presas, entenderemos que donde hoy la desigualdad se encarniza es en la población rural.

Sigues a Rosalía Sánchez. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Ahora que ya nos veis