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Da igual que lo que sonara fueran la gaita y las palmas de “Charros y gitanos”, la copla popular en la garganta inquebrantable de “El ... Niño de Boadilla”, o las beneméritas voces del “Coro San Esteban” en el Hogar de Jubilados. Lo que nos importa es que en La Fuente de San Esteban, como en cualquier otro municipio salmantino, el tiempo de verano ha sonado a música y alegría, y hemos podido alejar de nuestros oídos a esos malditos runrunes del fatídico otoño que se presume y que, irremediablemente, ya viene.
Desde las Arribes hasta la Sierra, desde la Armuña a los Campos de Ciudad Rodrigo, todo han sido bravos y olés a una programación cultural encomiable, para todo tipo de públicos. Pero agosto entra en sus días finales y las calles de la Salamanca rural callarán -siempre lo hacen- volviendo a sus rutinas y resignaciones. Se acabaron los atracones de sardinas, las paellas populares y los alegrones estivales. Los de afuera aprisa harán la maleta y se despedirán, sin asomar apenas sus lágrimas en los ojos. La nueva era ya no escribe poemas de adiós, ni sacude pañuelos con llanto en la puerta de la casa de los abuelos. El pueblo solo ha sido ese lugar donde dormir a pata suelta y donde comer mucho, barato y bien. Aunque la cesta de la compra se haya puesto por las nubes; aunque este año los calores no hayan dado a las noches tregua, y los campos se hayan agostado hasta la desolación; aunque los ríos hayan adelgazado de forma alarmante sus cauces y se aparezcan como sedientas líneas de agua que piden lluvia y ranas, desesperadamente, a gritos.
Pero, ¿a quién le importa eso si ya nos vamos?, me parece oír decir. Como siempre la despoblación y los problemas del campo serán un asunto más y menor -y de pocos-, dentro de los muchos a resolver. Un punto más que se defenderá en los mítines, con promesas de humo y exaltado arrebato, cuando los políticos de toda sigla hayan de venir a los pueblos en busca del voto para las próximas elecciones. Nadie le preguntará al viejecito que ‘tristea’ sentado en el poyo de piedra, bajo la sombra caduca de la acacia. Nadie al joven agricultor o ganadero que anda peleándose con el teléfono móvil y con las facturas, porque, ni tiene cobertura de internet, ni le salen las cuentas. A este paso, ni pesebre ni pienso, dicen para sus adentros, mirando con ojos de madre a sus ganados.
Sí, agosto hace las maletas y en pocos días arrancará la página del calendario. Se terminó la música y se marchan los forasteros, aunque los pueblos no bajarán del todo el telón. Pase lo que pase, confío en que, aun siendo pocos, nos quede vida para rato.
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