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Ocho de marzo, el día de la marmota. Un año más nos hemos puesto el traje de “maricarmen”, que diría mi querida Isabella, y nos ... hemos echado a la calle y a las redes sociales a celebrar que soy mujer como quien celebra el día del oso polar. Porque yo lo valgo y porque nos merecemos, como mínimo, un día al año de “visibilidad”, de “empoderamiento”, de romper “techos de cristal”. El resto del año no existimos, según parece. Peor aún: nos comportamos como si no mereciésemos existir, como si mendigáramos nuestro lugar en la Tierra. Hala bonita, toma un 8 de marzo y calla. Y escribo en primera persona porque con esta celebración pijoprogre se me revuelve mi lado femenino, porque peor que un mundo de hombres retrógrados es un mundo de feministas de salón que se empeñan en hacer de la mujer un ser diferente, marginado y desvalido. De las feminazis, ni hablo.

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lagacetadesalamanca Acosada e indignado