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Este ojo que observa tiene la sensación de que el mundo está inmerso en una revolución copernicana.
Si somos capaces de ver más allá de los líos del emérito, podremos apreciar que estamos entrando en un periodo de desintegración del sistema capitalista con intentos continuos de destrucción de la sociedad de consumo, para dar paso a una sociedad nueva. Esta sociedad ya la vaticinó Antonio Gramsci en los años treinta en Europa. Gramsci fundador del partido comunista italiano y uno de los teóricos más importantes del marxismo, desarrolló conceptos como: hegemonía cultural, bloque hegemónico y posmodernismo en relación con la sociedad de consumo. Estos conceptos parecen marcar el camino a seguir por una minoría de izquierda en las urnas, que unida a otros minoritarios de izquierda, son capaces de unirse para gobernar en minoría, y así imponer su camino y obligarnos a cumplir sus preceptos. Gramsci postulaba que en la elaboración del concepto “hegemonía y bloque hegemónico”, era necesario poner el énfasis en los aspectos culturales de la sociedad, como elemento desde el cual poder realizar una acción política y así crear una nueva hegemonía. Por ello proponía lograr la “hegemonía cultural” por parte de las clases dominantes, para así poder ejercerla sobre las clases sometidas. Este objetivo debería alcanzarse a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación, que evidentemente debían estar en manos de la izquierda.
A través de estas medidas las clases dominantes, que serían de izquierda, “educarían” a los dominados para que estos vivieran su sometimiento y la supremacía de las primeras, como algo natural y conveniente, inhibiendo así su potencialidad revolucionaria. En definitiva, consideraba que si la izquierda era capaz de arrebatar a los poderes establecidos y a las clases dirigentes el dominio de la cultura, los medios de comunicación, educación, contenidos y religión e imbuirlos con su pensamiento, premisas y objetivos, esto les llevaría a un dominio de la sociedad sin tener que llevar a cabo una revolución sangrienta.
Reflexionen y pregúntense en manos de quien mayoritariamente están esos sectores tanto en EEUU, Europa y en el resto del primer mundo.
Los postulados de la izquierda se han filtrado por todos los rincones, hasta el punto de habernos llevado a normalizar territorios impensables hace tan sólo 25 años. Y aquí estamos considerando normales cuestiones que son antinaturales, antirealidad, antihumanas... y un larguísimo etc. La realidad es que una minoría ha convencido a la mayoría para avalar, no lo justo y lo real, sino sus postulados porque a ellos les llevan al poder. El movimiento Contradiscurso y Contracultura, así como contra la hegemonía cultural de la izquierda, debe ser objetivo de los ciudadanos que creemos en la Democracia, la Libertad y la Independencia. Si nos fijáramos más en Clístenes que en Gramsci, mejor nos iría.
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