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Manuel Muiños es mi vecino más solidario dentro de esta página de opinión publicada en algunos lunes GACETA. El cura columnista que escribe, lleno de ... claridad y a derecho, para que lo que piensa se entienda, sobre esas sombras oscurísimas que ocupan los renglones torcidos de las historias de los hombres. Porque el mundo es un relato desigual donde unos navegan y otros naufragan, y él, ha preferido correr el riesgo y quedarse junto a estos últimos, por ver a quién puede rescatar del hundimiento y ponerlo a salvo. Así que no es de extrañar que, por unanimidad, se le haya propuesto como Hijo Adoptivo de Salamanca. Propuesta que ya ha sido ratificada por el Jurado de Honores y Distinciones, y que ayudará a que Proyecto Hombre Salamanca alcance un mayor protagonismo social, y el reconocimiento y la colaboración para con este ejemplo de hacer Iglesia, fuera de las estancias más cómodas y los modelos más cuadriculados.
Gran parte de los salmantinos, por no decir todos, ya lo sabían. A la forma de trabajar del cura Muiños -cura, así es como él mejor se siente y se llama- no le empujan inútiles propósitos y ganancias. Sacar a alguien de las enormes penumbras de las dependencias y acogerlo en lugar seguro es una empresa muy rentable, de esas que se dice con cuenta de dividendos a celebrar. Para él mismo y para la propia ciudad de Salamanca. Porque, seamos sinceros, a nadie le gusta ver ruinas humanas por las calles de su ciudad y, los cuerpos retorcidos de los “derrotados” en los rincones (bajo mantas y cartones) siempre se aparecerán como un bulto insoportable a los ojos y a la conciencia. Aunque la ceguera y la inercia de los nuevos tiempos nos lleve a sortearlos con prontitud e indiferencia.
Manuel Muiños se ha decidido por un oficio que los demás rehuimos: auxiliar los exilios de la soledad por adicciones, y poner una voz amorosa y esperanzadora en esos silencios cuyos vacíos, de escucharlos, serían atronadores. Ser cuerdo y cabal en el siglo XXI, con la que está cayendo, no es tarea fácil; pero ser cura del siglo XXI todavía se complica más. Y digo esto por la incomprensión y recelo con la que muchas veces se observan (y critican) estos quehaceres dentro de una estructura eclesiástica que no acaba de aceptar que los hombres y mujeres de hoy piden que se les entienda dentro de su tiempo.
Por eso esta distinción va mucho más allá de la persona que la ha merecido. Con Manuel Muiños como Hijo Adoptivo de Salamanca se está distinguiendo a todos los hijos de Proyecto Hombre que en Salamanca han recuperado la dignidad. Gracias, amigo, por tanto. Ovación interminable.
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