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Los partidos ya han empezado la pelea por conquistar el voto en las urnas que siempre llega después de la elección de los candidatos. En ... Salamanca ha habido pocas sorpresas, amén del titular de Vox, cuyo nombre se rumoreaba desde hace meses en los mentideros políticos, pero muchos dudaban de que aceptase un cargo que estará teledirigido desde Madrid.
En el PSOE, José Luis Mateos se impuso a ERSoledad Murillo. Y el PP va a lo seguro con Carlos García Carbayo, que hoy será ratificado por el comité electoral de la gestora, aunque no sé quién se atrevería a llevarle la contraria al líder de los “populares”, Alberto Núñez Feijóo, que en su visita a la Feria Agropecuaria en septiembre, dio por hecho que era su candidato. Sin duda, es un perfil bastante semejante al del actual presidente nacional del PP y seguramente como a él le irritan los populismos de Vox, aunque no le quedará más remedio que pactar con ellos si no consigue la mayoría suficiente para gobernar en solitario.
El problema del partido de Abascal no son las personas de las listas de forma individual. Probablemente el candidato de Salamanca, Ignacio Rivas, un profesional del sector de la banca y con ninguna experiencia en la gestión pública, no esté de acuerdo con muchas de las barbaridades que dicen líderes del perfil del vicepresidente la Junta, Juan García Gallardo. El problema de las personas que conforman las listas de este partido es que tienen que seguir al pie de la letra lo que le dicen que digan y hagan los líderes de Madrid. Todo pasa por los filtros del partido, ninguno tiene iniciativa propia y si la tiene y no va con la línea, está fuera. No tienen ni siquiera la autonomía para conceder una entrevista sin que esté presente un “vigilante” de la oficina de Abascal para que le indique lo que tiene que opinar. “En Vox no hay democracia interna”, denunció Olona. No hacía falta que la echaran para ver el escaso grado de autonomía para hacer y pensar que hay dentro de Vox. Mucho menos que en otras organizaciones políticas, que ya es decir.
Vox sigue los mismos parámetros políticos de provocación que el Podemos de Pablo Iglesias. La diplomacia, el consenso o el respeto no entran dentro de su vocabulario. Todo lo contrario, se desenvuelven en el desafío constante.
El partido de Abascal ya entró ayer de lleno en campaña, al menos en Salamanca, con una nueva provocación, que originará una polémica con el “sanchismo” a costa de la Ley de Memoria Histórica, una patraña que inició Zapatero y que ha continuado Sánchez para revivir el enfrentamiento de la Guerra Civil y de la España de los dos bandos.
El Grupo Parlamentario de Vox de las Cortes ha iniciado los trámites para declarar Bien de Interés Cultural todos aquellos vestigios franquistas que quedan en la provincia. Mal por quienes pretenden borrar la huella de una larga etapa de nuestra historia, pero casi peor quienes solo pretenden hacer mucho ruido y salir en los medios por una hazaña que solo pretende buscar el protagonismo que Vox no tiene en los temas que hoy preocupan y ocupan a los españoles y que no son otros que las cosas de comer.
La respuesta de los de Vox ha sido a lo “Bolsonaro-lanzarotiano”, es decir montar la “gresca” intentando paralizar en los juzgados lo que no se ha conseguido en el Parlamento. Es lo que hizo Lanzarote en un intento de blindar el Archivo para impedir que Zapatero sacara los documentos que le exigían los nacionalistas catalanes a cambio de su apoyo en el Congreso. No conseguimos nada. Ni siquiera fuimos capaces de negociar como negocian los vascos o catalanes en beneficio propio. Eso sí, salimos en todos los telediarios del mundo. Hicimos mucho ruido, pero conseguimos pocas nueces.
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