A la guerra sin armas

Lo que debería preguntarse ante este problema la consejera es si realmente al personal sanitario se le están ofreciendo las garantías necesarias para que puedan desarrollar su trabajo sin riesgos, no sea que además del enviarlos a la primera línea de esta maldita guerra, le estemos pidiendo que vayan con las manos vacías, completamente desarmados, lo que ya no sería un acto de heroicidad, como el que está protagonizando a diario todo el colectivo, sino mucha imprudencia.

Sin dar datos exactos que probablemente para hoy ya estén viejos, las cifras de sanitarios contagiados por el Covid-19 que cada cierto tiempo se van haciendo públicas más que preocupante es absolutamente intolerable, al igual que el crecimiento de las mismas (por no hablar de los fallecidos), porque son ellos los que en definitiva y sobre el terreno, están cuidando a los contagiados e intentando salvar la mayor cantidad de vidas. Si a ellos no somos capaces de garantizarles la salud, la situación será cada vez más caótica y más lejos estaremos de ver la luz de salida de este túnel por el que parece que andamos con la venda en los ojos pero sin mascarilla.

Mucho más que de telefonear a los voluntarios que en su día se ofrecieron con la voluntad de ayudar, preocúpense nuestros gestores de ofrecerles a los sanitarios que ahora están en el tajo, todos los medios posibles de protección para reducir el peligro al que viven sometidos tanto ellos como sus propias familias a su regreso a casa tras las agotadoras y estresantes jornadas laborales. Es bastante probable que sí se le ofrecen todos los medios precisos que necesitan y que demandan en algunas de sus declaraciones, sea al coste que sea puesto que en ello nos va la vida, no habrá tantos sanitarios que con el transcurso de unos cuántos días de trabajo tengan que darse de baja y regresar a casa porque al poco de estar trabajando han resultado contagiados.