Secciones
Destacamos
Llegados a este momento crítico de disfunción humana, no me preocupan los virus “convencionales” lo más mínimo. Pobres seres en busca de un hogar. Me ... preocupan mis congéneres, aunque puede que el raro sea yo, con un cerebro sin derretir por la televisión y aún permeable a la novedad, al conocimiento, al éxtasis de la vida, al paisaje, a la música, al recuerdo de Sylvia Plath, o al sonido celestial de una moto de cross de 2 tiempos. Todo me hace feliz, me motiva y me excita, menos el virus de la imbecilidad, imposible ya de detener. No mata, pero abrasa las mentes con la fuerza de un trillón de kilotones radiactivos. Y no puedo, les prometo que no puedo con lo que está ocurriendo: los jóvenes, los negros, los blancos, los niños de papá, los liberticidas, muchísima gente se ha vuelto completamente loca. No sé si son los chinos o los rusos los que nos han puesto algo en la bebida, pero este nivel de majaras, resentidos y reprimidos no es normal, y vamos, no a un cambio de sistema, sino a la destrucción del mismo, a nuestra destrucción. Occidente está totalmente en coma, y nadie, ni sus gobiernos ni sus ciudadanos (muchos de ellos, demasiados), son conscientes de su estado de locura, borrachos de ignorancia, drogados por un odio que corre como la pólvora, da igual ricos que pobres, fracasados escolares que doctores. Es la guerra contra nosotros mismos, un suicidio colectivo, ¡viva el rencor!
Y ahora Colón, aunque el odio hacia el descubridor del Nuevo Mundo ya venía de lejos, ya habían caído estatuas del almirante de Caracas a Los Ángeles. Y ahora, hasta piden la retirada del imponente monumento a su figura en Barcelona. Y todo por el virus del tonto de baba, del crimen contra la Humanidad que es borrar la Historia (me da igual Franco que Platón), aunque la de Colón fuera brillante, mágica, y ejemplar. Una oda en los océanos: un hombre, un pueblo, un anhelo en busca del ancho mundo. ¿Qué será lo siguiente, quitar el medallón de los Reyes Católicos de la fachada de la Universidad de Salamanca, o el de Hernán Cortés de la Plaza? Puede ser, pero no, ¡ni tocarlos!
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Juan Carlos García Regalado. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.