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Acabo de ver a un tío cargado con 24 litros de leche”. La frase me la suelta ella que viene de regar los tiestos de ... la ventana oeste de nuestra casa y se acerca entre asustada y escandalizada a resumirme todo el noticiero con una extraordinaria austeridad y eficacia, sin asomarse todavía a ninguna radio, televisión o periódico. Simplemente observando el mundo por la ventana. Y me repite al verme confuso por si no lo hubiera oído bien: “¿Te das cuenta como está el mundo?. Acabo de ver a un tío por la avenida de Los Cedros cargado con 24 litros de leche”.
Con esta definitiva frase, mi chica me está resumiendo con bastante exactitud todos los dilemas en que viene envuelta la recién inaugurada primavera. Ahí, en esa persona que camina cargada con los 24 litros de leche por la acera de la avenida de Los Cedros, está implícita, por supuesto, la terrible guerra de Ucrania y el nuevo organigrama socioeconómico y político al que nos estamos enfrentando. También están, como no, las manifestaciones de ayer de los tropecientos ganaderos en Madrid a los que no acaban de salirle las cuentas. Está así mismo incluida la huelga convocada por la plataforma de transportistas y camioneros insatisfechos con las condiciones de trabajo. Está el problema del desabastecimiento de ciertos productos en las tiendas de comestibles y grandes superficies. También la inflación. Y está lo que todo esto parece que afecta a la psiquis de nuestros ciudadanos.
“Y ¿qué edad tendría?”. Le pregunto. “Yo qué sé -me contesta-. ¿Qué más da?. Le calculo unos cincuenta, pero ya sabes que yo calculo muy mal”. “¿Y cómo los llevaba? ¿En el carrito de la compra o cargados al hombro?. Indago ávido de datos. “Pues los llevaba debajo del brazo. Dos packs de seis litros en cada. Parecía muy cansado, yo diría que exhausto”. Me aclara.
En definitiva, ese hombre de cincuenta años que camina por la avenida de Los Cedros, podríamos ser cualquiera de nosotros. Nadie está libre en estos momentos de sufrir un ataque de neurosis y psicosis colectiva y salir corriendo a limpiar los supermercados en busca de ocho garrafas de aceite de girasol, tres sacos de harina, cincuenta yogures o 24 litros de leche.
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