Y no la de Mérimée

Los frecuentes viajes de Prosper Mérimée a España certifican su intensa atracción por nuestro país. Pero, como es sabido, el enamoramiento tiende a desfigurar lo amado, que a veces deja de verse como es para convertirse en lo que uno desea o busca.La seducción española del escritor francés se materializó característicamente en su novela ´Carmen´. Pero la miopía embelesada de Mérimée fue mal acogida por aquí. Dan fe de ello las palabras de la Carmen de España (y no la de Mérimée) en aquella copla de Quintero, León y Quiroga: "No es verdad la historia/que de mí contó un francés/al que haría pepitoria/si yo lo volviera a ver".Ver solo lo que uno quiere ver, dejar de percibir lo que no se ajusta a nuestros prejuicios: ese es el problema. ¿O no es un problema? Años después de 1847, fecha de publicación de ´Carmen´, Mérimée mostraba así su desconsuelo: "He encontrado en España muchos cambios. La civilización ha hecho progresos muy considerables, demasiado considerables para nosotros, aficionados al color local. El miriñaque ha desbancado completamente a la antigua saya, tan bonita y tan inmoral. Se dedican mucho a la Bolsa y hacen ferrocarriles. Ya no hay bandoleros y casi tampoco guitarras...". Nos estábamos cargando nuestra vena exótica. Los viajeros románticos del siglo XIX buscarían otros destinos, seguro. Estábamos perdiendo el atractivo. ¿También lo estamos perdiendo ahora?Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA