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Los Esperabé: don Mamés, Enrique y Jesús

Los Esperabé: don Mamés, Enrique y Jesús

Alberto Estella

Sábado, 6 de octubre 2018, 06:45

A Amparo Esperabé, con el afecto de siempre Se celebran por estas fechas los 40 años de la Constitución Española. La Universidad de Salamanca montó una excelente exposición en la ampliación del Congreso de los Diputados, bajo el lema "Del aula al escaño", recordando a todos los alumnos del Estudio salmanticense que habíamos obtenido históricamente acta de Diputado o Senador. Por su parte, la Diputación Provincial homenajeó hace unos días a los parlamentarios charros —4 Diputados y 4 Senadores—, de aquellas Cortes de 1977, de los que desgraciadamente solo quedamos la mitad. Me parece ocasión apropiada para recordar a uno de aquellos ocho políticos salmantinos que colaboramos en la transición, cuyas firmas permanecerán para siempre en el original de nuestra actual Carta Magna: Jesús Esperabé de Arteaga González. Jesús no fue precisamente un advenedizo. Su biografía va unida al recuerdo de sus mayores. Primero su abuelo, el liberal y republicano don Mamés, aquel catedrático de literaturas clásicas (griego y latín), de Ejea de los Caballeros, que llegó a esta Universidad en 1863, cuando agonizaba, con apenas 200 matriculados en las tres únicas Facultades. Baste decir que fue Rector Magnífico nada menos que durante 31 años, el más prolongado en los 800 años de la USAL. Y, caso único, su hijo Enrique fue también Rector (1923-1930), en medio de los dos mandatos de don Miguel de Unamuno, con el que las tuvo tiesas. Sostuvo Esperabé en 1930 que Unamuno, que no cesaba de atacarle, había tenido un enemigo muy grande que "se le había atravesado en el camino, causa de todo lo que ha ocurrido: ha sido él mismo, su psicología, su carácter, la egolatría". Es lógico que como hijo y nieto de rectores, Jesús tuviera una educación esmerada, en España y en el extranjero, y que en su juventud se afiliara a Izquierda Republicana, por lo que siendo profesor de la Facultad de Derecho —precisamente de Constitucional—, fue depurado durante la Dictadura, como tantos otros doctores no afectos al régimen. Pero su inteligencia y su tenacidad le llevaron a tener prestigio, un bufete particular importante, ser presidente de la Asociación de Ganaderías de Lidia y a colarse en el primer resquicio que ofreció el franquismo, diputado en Cortes por el llamado tercio familiar, donde electoralmente ganó la partida casi siempre al Movimiento. Aunque para él, que era poco agradecido, su mayor éxito vital fue contraer matrimonio con la mujer más guapa de Salamanca. No es inexacto consignar que a su valiente y solitaria lucha en las Cortes, siempre por Salamanca, durante más de diez años, consiguió en los estertores del franquismo, a pesar de los ataques de los jerarcas del Movimiento y de su prensa afecta, que se construyera el Hospital Clínico, el Parador Nacional de Turismo, llegaran los regadíos de la Armuña De ahí que cuando en 1977 tuvo la oportunidad de presentarse a unas elecciones libres, lo hiciera con la UCD de Adolfo Suárez. Una de sus elocuentes sentencias, que cuajó en la legalización del PCE fue: "A los comunistas no hay que pasarlos por las armas, hay que pasarlos por las urnas".Es en esa etapa cuando el firmante pasó de ser el hijo pequeño de su amigo Antonio, a joven candidato en su misma lista, en compañía del político de mayor peso nacional, Salvador Sánchez Terán, luego ministro de Transportes y de Trabajo. Hice muy cerca de él al menos dos campañas electorales, un referéndum, y unas municipales y puedo ahora afirmar que es uno de los políticos con más raza, más coraje, que he conocido. Y eso no se aprende, se trae de cuna. Enfermo y anciano, nos daba una lección a los treintañeros cuando de regreso de una campaña agotadora, entrada la noche, todos insomnes, aún pedía "hacer" ese pequeño pueblo cuyas luces se veían desde la carretera. Su currículo y su condición de constitucionalista, le llevaron a la Vicepresidencia primera del Congreso. Jesús Esperabé, en expresiones muy suyas, no se dejaba comer la merienda (menos que le giñaran en el morral); y detestaba a los que por entonces, ya sin riesgo de comisaría, caña, procesamiento daban "lanzadas al moro muerto", él que había dado bastantes, con el natural riesgo, al moro vivo. Por eso no entendía como en Salamanca, tras la reforma política, surgieron tantos anti-franquistas sobrevenidos que todos desconocíamos (respetando algunos aguerridos comunistas y muy poquitos socialistas de pura cepa). La saga de los Esperabé, a los que tanto debe Salamanca, merecería un estudio, una tesis, un libro que uno ya no está en condiciones de abordar. Pero acaso alguien recoja el guante y acometa tan merecida empresa.

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