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José Antonio Bonilla
Sábado, 20 de octubre 2018, 06:45
Las primeras noticias del castro romano de Irueña las tuve del Padre Morán. El amigo Vicente Jesús, alcalde que fue de Fuenteguinaldo, y como buen guinaldés siente pasión por ese lugar, de riqueza arqueológica en un bello paisaje, él fue quien nos enseñó este paraje a Estella y a mi. En la alcaldía hizo todo lo posible para rescatar del olvido a Irueña. El pasado año la Diputación publicó el libro Las raíces milenarias de Fuenteguinaldo, subtitulado, El castro de Irueña y su romanización, escrito por otro hijo del pueblo Ángel González Rivero, que ha realizado un extenso y meritorio trabajo. Casamar en La Gaceta informaba de las excavaciones que se están realizando por un equipo dirigido por Manuel Carlos Jiménez, costeadas por la Junta de Castilla y León. Entre las fotos que ilustraban el reportaje me llama la atención las del verraco ibérico recompuesto, el elemento más representativo del yacimiento, que aquí se le conoce como "Yegua de Irueña". El animal totémico estaba, cuando yo lo ví, descuartizado por la acción brutal de unos lugareños que buscaban un tesoro en sus entrañas. Domingo Sánchez hizo la primera excavación, en 1930, dice que los autores emplearon pólvora para abrirlo en canal. Poco importa si fue con la maza y el cincel o con explosivos, con lo que hicieron el estropicio. La yegua de Irueña y el toro sin cabeza de Salamanca se parecen, hasta en la mitad partidos. "Lázaro: llega el oído a este toro –le dijo el protervo ciego- y oirás gran ruido dentro dél". El dolor de la calabazada le duró tres días. Y añadió: "Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo". Siempre se dijo que el toro había sido tirado al río por orden del Gobernador Civil, Cambronero, pero ahora me inclino más a pensar que fueron buscadores de tesoros quienes lo quebraron y arrojaron al Tormes. La cabeza, por su forma y tamaño, se hiciera canto rodado. A expensas de Mariano Solís, salmantino de posibles y generoso, lo sacaron al toro de las aguas y lo llevaron al Museo Provincial.Hace cuatro años de la visita a Irueña. La maleza invadía el castro, el alambre de espino y la pequeña muralla dificultaban el acceso, para entrar aprovechamos uno de los portillos que ha hecho la decadencia secular. Un gran número de piedras berroqueñas, algunas labradas, han sido llevadas y esparcidas en un solar frente a la Residencia de Ancianos, esperando, con los lomos al sol, que venga una mano diestra que componga el rompecabezas arquitectónico.
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