ROBERTO ZAMARBIDE
Lunes, 25 de septiembre 2017, 06:45
Algo hemos estado haciendo mal en estos cuarenta años cuando unos y otros españoles se acusan hoy respectivamente de traicionar a la democracia. Algo ha fallado en el desarrollo de aquel nuevo régimen, construido con paciencia de orfebres, equilibrio de funambulistas y prudencia de conductores de autobús urbano, cuando aquella compleja transición política, que hizo posible la maravillosa metamorfosis del gusano de la gris dictadura a la bella mariposa de la España democrática, es hoy objeto de más críticas que nunca. El modélico proceso que fue puesto como ejemplo de convivencia en medio mundo se ve hoy tan lejano como la tele en blanco y negro o el botellazo a Juanito. "¿Qué ha dicho este de un botellazo a quién?", se preguntarán unos cuantos ´millenials´ que hayan leído el párrafo anterior. Yo se lo explico. Ayer se montó una buena bronca en torno al recinto en el que Podemos celebraba en Zaragoza una asamblea, con el conflicto independentista de fondo. Muchos ciudadanos contrarios a la secesión unilateral se concentraron en el exterior portando banderas españolas y también alguna preconstitucional, con el águila del régimen franquista. Cuando la presidenta de las Cortes aragonesas se disponía a tomar un taxi, recibió el impacto en el pecho de una botella de agua lanzada por un bestia escondido entre la multitud. Poco después algunos medios digitales alarmaban irresponsablemente alertando de que ´ultraderechistas nazis´ habían asestado "un botellazo en la cabeza" de Violeta Barba. Para varias generaciones de españoles, y no solo aficionados al fútbol, el botellazo en la cabeza por antonomasia es el que recibió el mítico ´7´ de Real Madrid Juan Gómez "Juanito" en el partido en que la selección española lograría la clasificación para el Mundial de Argentina al ganar 0-1 a Yugoslavia en un bronco partido disputado en Belgrado. Salía del campo para ser sustituido cuando no se le ocurrió mejor cosa que despedirse del público local desafiándoles con el pulgar hacia abajo, el gesto de la derrota. Aún recuerdo la botella haciéndose añicos en la cabeza del malogrado futbolista malagueño, que aquel día, justo cinco meses después de las primeras elecciones generales, salió del campo con los pies por delante pero convertido en un héroe, a pesar de su gesto antideportivo.La espiral de tensión iniciada por el golpe al estado de Derecho liderado por Puigdemont y Forcadell, a la que el poder judicial y el Gobierno se han visto obligados a dar réplica para mantener el orden constitucional, está sumiendo a la política nacional en un ambiente irrespirable. La firmeza de Rajoy y los partidos constitucionalistas ha logrado desarticular la estructura logística de lo que quiso ser un referéndum y a una semana de la fecha marcada por sus promotores, parece que será un vano e inútil intento de afirmación soberanista. Pero hay una batalla desencadenada por la causa separatista en la que el resultado sí está siendo preocupante: la imagen exterior. Lea el artículo completo en la edición impresa de LA GACETA en Orbyt y Kiosko y más
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